Cuando algo gusta mucho es normal querer saberlo todo, y la comida no es excepción y, cuando un plato es tan popular que casi se considera uno de los nacionales de un país, conocer sus orígenes es algo que resulta interesante, aunque sólo sea por curiosidad.
En ese sentido, no son pocos los alimentos que tienen una historia un tanto fantasiosa sobre su origen, y resulta muy curioso que las leyendas gastronómicas que más persisten son también las más fáciles de desmontar.
Una de las leyendas gastronómicas más famosas es la de cómo la pasta llegó a ser el plato nacional de Italia. El mito dice que fue traída de China por el explorador veneciano Marco Polo.
Se sabe que los chinos ya consumían fideos hace tres mil años, y la historia de Marco Polo resulta muy creíble puesto que el mundo occidental adoptó muchas innovaciones chinas en la Edad Media.
En el caso de la pasta, los chinos no tienen nada que ver: para demostrarlo, se puede probar que ya existía en Italia antes de 1295, cuando Marco Polo regresó al país tras 20 años de expedición.
Hay un documento legal fechado en 1279 que lista las posesiones de un soldado genovés llamado Ponzio Bastone, entre estas un cesto de macarrones. Todo indica que, 20 años antes del regreso de Marco Polo, los soldados de infantería portaban pasta seca en sus raciones.
La historia de Marco Polo parece ser una invención relativamente reciente: en 1929, en el “Macaroni Journal”, revista oficial de la Asociación Nacional de la Pasta en Estados Unidos, se describía cómo un marinero tomó tierra en China.
El integrante de la tripulación de Marco Polo conoció a una joven que hacía finas hebras de fideos, y la persuadió para que le permitiera probarlos y dejara llevar algunos para mostrárselos a su jefe
El nombre del marinero era Spaghetti. ¿Por qué se dio credibilidad al cuento? Pudo haber sido por la fiabilidad de la fuente, pues tratándose de la Asociación Nacional de la Pasta era de suponer que conocerían bien el origen del producto al que se dedicaban.
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Además, está también la calidad de la propia fábula en la que el encuentro entre el marinero y la joven parece una adaptación del cuento de Simbad. El regalo de los fideos, que finalmente resultan de gran valor, puede ser un guiño a las judías mágicas.
