La ceremonia de despedida estará compuesta por los mineros vestidos con sus cascos y uniformes blancos, quienes lanzarán su último “¡Glückauf Kumpel!” (‘¡Buena suerte, camarada!’), una frase ritual antes de perforar una veta ante el omnipresente peligro.
Después extraerán un último bloque de carbón, el “oro negro” alemán, mientras la coral carboner de la cuenca del Ruht entonará el himno tradicional de los mineros, el “Steigerlied”.
Son cerca de seis generaciones de mineros los que estuvieron trabajando, primero con picos y luego con perforadoras, que representan 150 años de galerías cavadas, que se sellarán y se irán ahogando progresivamente en las aguas de los arroyos.
También son, 1,500 asalariados de la fosa de Prosper-Haniel situada en la ciudad de Bottrop, que llevan desde 2007 preparándose para el cierre, en una zona que llegó a tener 600.000 mineros en la posguerra.
Sociedad obrera
Más allá de ser un trabajo, en las minas de hasta 1,500 metros de profundidad se erigía una sociedad obrera y masculina, con su propio lenguaje, solidaridad, además de compartir su pasión por el futbol, que se extendía ala iglesia y en la barra del “Kneipe” (bar obrero).
Por ello, las iglesias y catedrales de la región celebran desde el jueves misas dedicadas a la causa, mientras los clubes de fútbol de la zona, encabezados por el Dortmund y el Schalke, rindieron homenaje a sus raíces mineras antes de los partidos.
“Es esta cohesión la que hace la fuerza en nuestra región”, dice emocionado Reinhold Adam, de 72 años y jubilado desde hace 25, que vino para un último descenso.
Cabe destacar, que a pesar de la unión obrera, siempre ha existido los riesgos de ser un minero, pues convivían con la amenaza de una explosión de grisú o con el polvo que corroe los pulmones poco a poco.
Incluso, el diario Bild, publicó el día de auyer el retrato de “la última víctima de las minas”, Markus Zedler, un obrero de 29 años, que perdió la vida el lunes pasado durante las obras de desmontaje de la fosa de Ibbenbüren.
“La mina era su vida. También lo mató”, relató el periódico.
Despedida del Carbón de manera paulatina.
A pesar de programar el fin de las minas, las autoridades renanas de Berlín, intentan convertir la cuenca minera en un polo de competitividad, con universidades, centros de investigación y empresas emergentes. Por lo que el cierre de las minas no supone el abandono del carbón.
Ya que, casi el 40% del mix energético alemán sigue apoyándose en este mineral en sus dos formas: la hulla importada y el lignito, un elemento muy contaminante pero de bajo costo.
Realizar la transición energética es una labor compleja, que necesita aún del carbón para acompañar la salida de la energía nuclear y darle paso a la renovable, que al momento sigue planteando problemas debido a su transporte y almacenamiento.
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El gobierno alemán, presionado por sus compromisos climáticos, anunciará a principios de febrero las grandes líneas de su plan de abandono progresivo del carbón, previsto de momento para 2050.