México está viviendo uno de los procesos electorales más importantes de su historia. La apertura a nuevo esquemas de debate o la participación por primera de vez de candidatos independientes contendiendo por la presidencia de la República, le dan un sentido especial.
Especial es también el flujo de dinero que se mueve durante este proceso. Según el Banco de México el país registró un incremento de 43 mil millones de pesos que están en poder del público.
Especialista aseguran que si bien existen otros factores que determinan el incremento de efectivo en las familias mexicanas, como el pago de utilidades, vacaciones y festejos, el periodo electoral es factor clave en la circulación de la moneda.
Hoy México se enfrenta no sólo al reto de organizar unas elecciones nacionales para más de 70 millones de votantes, sino también a la misión de rastrear el dinero otorgado a las campañas políticas.
De acuerdo con cifras oficiales, en 2006 los partidos nacionales recibieron 4.171 millones de pesos, en 2012 la cantidad fue de 5.142 millones y para 2018 el monto es de 6.702 millones.
El Instituto Nacional Electoral (INE) debe dar certeza a la ciudadanía de que los partidos no excedan el límite de gastos realizados en su campaña, ni que mucho menos reciban donaciones que también rebasen lo estipulado por la ley.
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Tristemente, este enorme flujo de dinero que corre durante los procesos electorales del país, se convierte en ríos de basura, producto de un proselitismo material, que premia la emoción por encima de la razón.