La Pluma del Pueblo
Ciudad de México.- El año pasado recorrieron las calles y ciudades de Quintana Roo para conseguir el voto de la ciudadanía, prometiendo representarlos ante la máxima tribuna del país: el Congreso de la Unión. Hoy, llegó el día de defender a la entidad, al querer dañarse su principal actividad económica: el turismo. Cobardemente, estos tres diputados optaron por retirarse del salón, lavándose las manos como “Poncios Pilatos”. Sus nombres: Adriana Teissier Zavala, Patricia Palma Olvera y Ana Paty Peralta de la Peña.
A estos diputados de Morena le pesó más la “línea” que los intereses de su propio estado y evitaron pronunciarse sobre la desaparición del Consejo de Promoción Turística de México. Con su silencio, avalaron el perjudicar a la fuente de empleo de cientos de miles de familias en su estado y de millones en todo el país.
Potenciales turistas estadounidenses, españoles, canadienses o alemanes ya no verán publicidad de México en la televisión, ni afiches y trípticos del país en agencias de viajes. Ya no se estimulará la creación de documentales sobre las riquezas naturales o arqueológicas del país, ni visitas de periodistas para que muestren los tesoros turísticos de esta nación. En su lugar, solo verán los de la competencia, de otros países del Caribe, de propias ciudades estadounidenses. A lo más, verán algunos anuncios pagados por Quintana Roo con sus propios recursos, o de las cadenas hoteleras, aunque estas son multinacionales. El resultado será claro: el comerciante que no anuncia sus mercancías es siempre el que menos vende.
Los autores de este sinsentido son los diputados de Morena y sus aliados. El cambio de política, de dejar al turismo de lado por otras prioridades, es criticable, pero legítimo. Se puede defender. Lo que no se puede defender, sin embargo, es que representantes del país que depende de esta actividad, de diputados pagados con dinero del pueblo y que dicen representar a este estado se sumen a esta iniciativa lesiva a los intereses de sus ciudadanos, con tal de quedar bien con su partido. Creen que con huir de su responsabilidad, cuando tocaba defender a Quintana Roo, se eximen de su culpa, pero su “lavada de manos” será recordada por todo lo que resta de su gestión; la ciudadanía se encargará de recordárselas, cuando regresen en busca de votos.
Adriana Teissier Zavala, Patricia Palma Olvera y Ana Paty Peralta de la Peña no tardaron mucho en ya fijar su legado, al quedar claro que más que el amor y arraigo por su estado está el obedecer órdenes. Los quintanarroenses ya conocemos el caso, pues lo vivimos con Raymundo King, que impulsado con una fastuosa campaña pagada por el borgismo, llegó a la Cámara de Diputados únicamente a subir el IVA para el estado que tantos años lo ha mantenido, del 11 al 16%. Sus jefes le dieron las gracias, pero del pueblo sólo recibió el desprecio. Intentó justificar indicando la importancia de la disciplina, pero él ya sabía que sus aspiraciones para la presidencia de Chetumal, que siguió inútilmente mover otro rato, estaban ya muertas. Lo único que pudo hacer es colarse al congreso local, no pidiendo el voto, sino de plurinominal, colado por debajo de la mesa. Hoy, ya con su benefactor tras las rejas, no se le permitió reelegirse.
El Raymundo King de hoy es sin duda el diputado Luis Alegre, quien igualmente llegó al Congreso no por mérito, sino por su abolengo y por vía plurinominal. Él, que no tuvo que pedir el voto de la ciudadanía, no tuvo problema alguno en votar en su contra, al avalar la desaparición del CPTM.
Los únicos de la bancada quintanarroense que sí mostraron tener arraigo y saber defender a su estado fueron los diputados cancunenses Jesús Pool y Mildred Ávila, que votaron en contra de su partido y a favor del turismo. Triste que lo mínimo que debiera esperarse de un legislador, que represente a su estado, sea hoy la excepción y tenga que aplaudirse.
Y solo les faltan dos años y medio de gestión.