En diciembre del año pasado, el Partido Encuentro Social (PES), junto con el Partido del Trabajo (PT) y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), firmaron una alianza. Nadie la entendió porque el PES, por mucho que lo niegue, es un partido fundado por un programa religioso, que poco tiene que ver con las ideas liberales de la izquierda mexicana.
Ciertamente el siglo XXI ha sido testigo de un progresivo abandono religioso por parte de las sociedades latinoamericanas. Sin embargo, la religión todavía tiene un peso significativo de cara a diferentes procesos políticos, sociales y económicos de las naciones.
Tal es el caso de Colombia, que en el 2016 dijo NO al acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC, dado que el voto religioso insidió de manera contundente. O Brasil, donde la bancada evangélica logró la destitución de Dilma Rousseff.
Desde luego México no escapa a esta situación anti-laica, menos, cuando datos del INEGI revelan que el 90% de la población profesa alguna religión, existiendo una mayor concentración de fieles al sur del país, justo donde AMLO tiene más adeptos.
Especialistas aseguran que la unión entre el PES y Morena fue más espiritual que estratégica, dado que la Iglesia ha encontrado en Obrador los patrones de conducta casi inherentes en toda evangelización; se refieren a los esquemas caciquiles y de autoritarismo que ha sugerido el tabasqueño “en pro” de los más necesitados.
Sin embargo, hay que recordar que en el 2016 el PES apoyó uno de los movimientos más retrógradas de la historia mexicana: el Frente Nacional por la Familia, el cual considera al aborto y a los matrimonios del mismo sexo como una aberración antinatural. Mientras que a la fecha, Obrador no ha tomado una postura clara sobre estos temas tan relevantes.
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Los expertos aseguran que no existen pruebas fehacientes de que la Iglesia incida directamente en el voto, pero señalan que sí logra permear en la ideología de las instituciones y de los ciudadanos, lo que finalmente los orilla a la toma de decisiones.
Lo cierto es que Andrés Manuel López Obrador ha visto en el fervor religioso una oportunidad de ganar adeptos, basta con pensar el nombre de su partido “Morena” para encontrar una clara referencia hacia el guadalupanismo mexicano, como en su momento lo habría hecho Miguel Hidalgo para animar al pueblo a levantarse en armas.