CANCÚN, 9 de julio de 2024.- La noticia es tan sorprendente como verídica: científicos sudafricanos inyectan material radiactivo en los cuernos de rinocerontes vivos para evitar su consumo, y es que el kilogramo llega a costar 70 mil dólares (un mil 253 mil 211 pesos).
Situaciones extremas llevan a soluciones desesperadas, y seguro que nadie pensó que los protocolos para detectar armas nucleares servirían para evitar la caza furtiva: la mayoría de aeropuertos y puertos cuentan con infraestructura para detectar material radiactivo.
El objetivo es detectar armas nucleares y evitar el contrabando entre países. En una auténtica “vuelta de tuerca” de la ciencia inició un proyecto que inyecta material radiactivo directamente en los cuernos de rinoceronte vivos. Detrás está la Unidad de Radiación y Física de la Salud (RHPU) de la Universidad Witwatersrand de Johannesburgo.

El enclave donde está ocurriendo no es menor: el país alberga a la mayoría de rinocerontes del planeta y, como tal, es un punto crítico para la caza furtiva impulsada por la demanda desde Asia. Sí, allí los cuernos se utilizan en la medicina tradicional por su supuesto efecto terapéutico (no probado científicamente).
“Cada 20 horas en Sudáfrica muere un rinoceronte por su cuerno”, de acuerdo con el profesor James Larkin, que dirige el proyecto, quien añade que el contrabando los ha convertido en “el producto falso más valioso en el mercado negro, con un valor incluso mayor que el del oro, el platino, los diamantes y la cocaína”.
Los cuernos cazados furtivamente se trafican por todo el mundo para medicinas tradicionales o como símbolos de estatus, pero ahora, bajo el nombre de Rhisotope Project, los investigadores están inyectando bajas dosis de radioisótopos en los cuernos de 20 rinocerontes sedados, cuya salud será monitoreada en los próximos seis meses.

“Hablamos de dos pequeños chips radioactivos en la zona de los cuernos que luego se «rematan» rociando 11 mil micropuntos por la zona. Si tiene éxito, el programa se ampliaría para incluir elefantes y pangolines, así como otras plantas y animales. El material dura cinco años en el cuerno, más barato que quitarlo cada 18 meses.”
“Cada inserción fue supervisada por veterinarios expertos y se tuvo mucho cuidado para evitar cualquier daño a los animales”, explica Larkin, y añade que “durante meses de investigación y pruebas, nos hemos asegurado que los radioisótopos no entrañen riesgo para la salud o algún otro riesgo para el animal y para quienes los cuidan”.
En esencia, una vez insertada la radiactividad, el consumo por el medio que sea de productos elaborados con los cuernos los convertirá en “esencialmente venenosos para el consumo humano”, según el profesor. Como sea, el objetivo es identificar los intentos de contrabando y combatir la caza furtiva de esos mamíferos.
