Fue el 30 de noviembre de 2022 cuando se reveló un avance tecnológico sin precedentes que marcó un antes y un después en la historia. OpenAI, una empresa entonces desconocida, lanzó ChatGPT, un modelo de lenguaje basado en Inteligencia Artificial (IA). El anuncio cambió el mundo tecnológico para siempre.
Y es que si bien la Inteligencia Artificial ha existido durante décadas, la llegada de ChatGPT demostró su potencial para interactuar con las personas de manera natural y fluida, un sistema que no sólo responde preguntas, sino que es capaz de escribir, analizar, aprender y hasta fomentar la creatividad.
El hecho marcó el inicio de una nueva etapa de la carrera tecnológica en la cual gigantes como Microsoft, Apple, Meta o Google y múltiples startups innovadoras están compitiendo.
Por ejemplo, Microsoft lanzó Copilot, una integración de IA en su ecosistema Office. Google presentó Gemini, un modelo de lenguaje diseñado para ampliar las capacidades de búsqueda y análisis de datos.
Mientras que Meta entró en la competencia con Meta IA, además que Anthropic introdujo Claude (ahora con financiamiento de Amazon). Plataformas como Perplexity también han demostrado el valor y la rápida adopción de estas tecnologías en la interacción diaria.
La irrupción de la IA generativa y el uso frecuente y masivo de ChatGPT desató entusiasmo y preocupación a la vez. Estas tecnologías han mejorado la eficiencia y productividad en todos los sectores, pero han generado temores relacionados con la seguridad, la privacidad de los datos, la posible pérdida de empleos, e incluso hay quienes han advertido sobre que se pone en riesgo la existencia misma de la humanidad.
Al respecto, el historiador Yuval Noah Harari, en su libro Nexus, subrayó un punto crucial visto desde la filosofía: “La IA no es una herramienta, es un agente”. Según Harari, la IA ya no es un simple instrumento que ejecuta órdenes, sino un actor capaz de tomar decisiones y aprender de manera autónoma, lo cual plantea riesgos existenciales, desde la manipulación de información hasta el potencial uso indebido en conflictos sociales, políticos y bélicos con las armas autónomas y los robots asesinos.
A estos riesgos sobre ChapGPT y aplicaciones similares se suman preocupaciones infundadas o no, como la explotación de datos personales y la falta de transparencia en los sistemas y algoritmos de IA. Los intentos de regulación global han sido variados, desde marcos estrictos en la Unión Europea hasta enfoques más abiertos en Estados Unidos, lo cual refleja el poco interés de algunos países por la protección de derechos fundamentales, pues solo se enctran en la innovación.
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La muestra de la importancia de la irrupción de la IA se refleja a nivel económico. Microsoft fue pionera al invertir 10 mil millones de dólares en OpenAI, al integrar ChatGPT en servicios como Azure y Microsoft 365. Google y Amazon han seguido su ejemplo al destinar recursos masivos a sus propios desarrollos de IA. Según Grandview Research, el mercado global de la IA generativa alcanzará 1.8 billones de dólares para 2030.
Mientras estudiantes y periodistas usan la IA para sus labores, hay quienes como los guionistas de Hollywood que han exigido que se regule su uso. No se sabe qué le depara a la IA y en espoecial a ChatGPT pero se espera que se use cada vez más pese a los riesgos que eso conlleva.
Con información de Proceso.
