En medio de crecientes tensiones entre la Universidad de Harvard y la administración del presidente Donald Trump, el gobierno federal tomó la drástica decisión de revocar la autorización que permitía a la institución aceptar estudiantes extranjeros.
La medida fue notificada por medio de una carta oficial firmada por la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, en la cual se informa que, con efecto inmediato, se cancela la participación de Harvard en el Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio (SEVP, por sus siglas en inglés).
La revocación llega tras meses de confrontaciones entre ambas partes, que incluyen acusaciones por parte del gobierno de Estados Unidos de fomentar el antisemitismo en el campus, restringir la libertad de expresión y promover políticas de diversidad consideradas “excesivas” por funcionarios de la administración.
En un comunicado, el Departamento de Seguridad Nacional acusó a la universidad de Harvard de haber permitido un ambiente hostil contra alumnos judíos, supuestamente promovido por grupos “radicales” que, según el Gobierno, operan con impunidad dentro del campus.
Sin ofrecer pruebas, la dependencia también señaló que Harvard habría mantenido vínculos con el Partido Comunista de China, lo que, según las autoridades, representa una amenaza para la seguridad nacional.
Como resultado de esta decisión, la Universidad de Harvard perderá la capacidad de patrocinar visas estudiantiles, lo que significa que ya no podrá admitir a alumnos internacionales, y aquellos que actualmente cursan estudios deberán buscar una transferencia a otras instituciones o enfrentar la posible pérdida de su estatus migratorio en el país.
Actualmente, la universidad cuenta con una comunidad de casi seis mil 800 estudiantes internacionales, provenientes de más de 100 países. Muchos de ellos están inscritos en programas de posgrado y representan una parte fundamental del cuerpo académico y de investigación.
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“Esta administración está responsabilizando a Harvard por fomentar la violencia, el antisemitismo y coordinarse con el Partido Comunista Chino en su campus”, declaró la secretaria Kristi Noem a través de su comunicado.
La medida ha generado alarma en el ámbito académico y político, pues podría sentar un precedente en las relaciones entre universidades estadounidenses y las autoridades migratorias, además de afectar el prestigio y la diversidad cultural de una de las instituciones más reconocidas del mundo.
Con información de Milenio.