La Ciudad de México enfrenta un futuro crítico y podría volverse inhabitable en aproximadamente diez años, advirtieron expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Las casusas princiapales son los hundimientos acelerados, escasez de agua e inundaciones; por lo que, de no atenderse, forzarían a miles de personas a abandonar la capital.
En zonas como el Centro Histórico, el suelo llega a hundirse hasta 40 centímetros por año. El promedio anual oscila entre 15 y 30 centímetros, lo que representa un descenso acumulado de hasta tres metros en solo una década.
“Si lo proyectamos a un siglo, las cifras son preocupantes”, señaló el geólogo Sergio Rodríguez. Un ejemplo visible es el monumento del Ángel de la Independencia, al que se le han agregado escalones para compensar el nivel perdido del terreno.
De acuerdo con los investigadores, la principal causa del hundimiento es la sobreexplotación de los acuíferos subterráneos. Esto, sumado al peso de grandes construcciones sobre un terreno frágil que hace siglos formaba parte de un lago, provoca que el suelo ceda con el paso del tiempo.
Wendy Morales Barrera, especialista del Instituto de Geología de la UNAM, detalló que las capas de arcilla y material volcánico del subsuelo se compactan de manera irreversible, incrementando la vulnerabilidad a la subsidencia y la formación de grietas que dañan viviendas e infraestructura.
Asimismo, el Atlas de Riesgo de la CDMX identifica a Venustiano Carranza, Cuauhtémoc, Iztapalapa, Tláhuac, Iztacalco y Gustavo A. Madero como las alcaldías con mayor hundimiento, con registros de entre 11 y 30 centímetros por año. Chalco, en el Estado de México, también se encuentra en la zona de riesgo más alta.
Otras demarcaciones como Benito Juárez, Coyoacán, Xochimilco, Miguel Hidalgo y Azcapotzalco presentan también signos preocupantes, aunque con variaciones en las tasas de hundimiento.
Cabe mencionar que este fenómeno no es nuevo. Desde principios del siglo XX se reportaron descensos del suelo de hasta ocho centímetros anuales. Para 1958, la cifra ya alcanzaba los 29 centímetros por año, lo que llevó a limitar la extracción de agua subterránea en el centro de la ciudad. Sin embargo, las medidas no han detenido el problema. Actualmente, se estima que el suelo capitalino ya ha perdido un 17 por ciento de su espesor original y podría compactarse hasta un 30 por ciento en los próximos 150 años.
Los especialistas señalaron que no existe forma de revertir este proceso. La única alternativa es implementar medidas de adaptación para reducir el impacto en la vida diaria. De no hacerlo, se prevé que algunas zonas de la ciudad se vuelvan insostenibles en apenas seis años.
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La situación se agrava durante la temporada de lluvias, cuando el 70 por ciento del territorio capitalino se expone a inundaciones. La impermeabilización por el asfalto, la reducción de áreas verdes y el entubamiento de ríos que antes servían como desagüe natural, complican aún más el panorama.
El hundimiento desigual entre zonas también afecta el suministro de agua, incrementando la posibilidad de fracturas en la red, contaminación de acuíferos y problemas sanitarios. Los impactos suelen golpear con mayor fuerza a comunidades de bajos recursos, mientras que las zonas con construcciones de lujo logran solventar las carencias con inversiones privadas.
Con información de Medio Tiempo.