La muerte del influencer de fitness ruso Dmitry Nuyanzin, de 30 años, despertó conmoción en el mundo del acondicionamiento físico y en las redes sociales.
Nuyanzin perdió la vida mientras realizaba un desafío extremo de atracones de comida con el objetivo de promocionar un programa sobre pérdida de peso. Este incidente pone en debate los riesgos de los retos virales que comprometen la salud y la seguridad personal.
El influencer se propuso una tarea poco convencional: ganar rápidamente más de 22,5 kilos para luego perderlos siguiendo su propio plan de adelgazamiento, el cual animaba a sus seguidores a adoptar.
El reto consistía en consumir diariamente unas 10 mil calorías, una cantidad muy superior a la recomendada para un adulto promedio. El joven documentó públicamente todo el proceso, mostrando en redes sociales el impacto del reto sobre su cuerpo y detallando sus hábitos alimenticios durante el experimento.
El principal propósito detrás de la hazaña era publicitar un curso de fitness que él mismo lideraría. Nuyanzin prometió, además de la transformación física que él mismo intentaría conseguir, recompensas económicas y premios a quienes alcanzaran determinados objetivos de pérdida de peso antes de Año Nuevo.
A través de Instagram, el influencer invitaba a otros a sumarse: “Mi curso de pérdida de peso empieza pronto, donde podrás ganar premios geniales y, lo más importante, construir un cuerpo hermoso, aprender a comer y divertirte! Voy a bajar de peso con mis secuaces, ¡así que esto será el doble de emocionante!”.
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El desafío requería que quienes participaran en su curso perdieran al menos el 10% de su peso corporal en un periodo determinado. Como incentivo adicional, el propio entrenador ofrecía 100 dólares a quienes cumplieran la meta. Para él, el primer paso era ganar peso de manera rápida y evidente, un proceso que implicó someter su organismo a un estrés calórico considerable y sostenido durante varias semanas.
La dieta de Nuyanzin durante este periodo se componía de alimentos de alto contenido calórico y colesterol. Según sus publicaciones, su rutina incluía un desayuno con bollería y pastel, un almuerzo que podía llegar a los 800 gramos de dumplings cubiertos de mayonesa, así como comidas frecuentes de patatas fritas y cenas abundantes, a menudo a base de hamburguesas y dos pizzas pequeñas. Estos excesos constituyeron la base de una ganancia de casi 13 kilos en solo un mes, según él mismo reportó en redes sociales. Para mediados de noviembre, el joven había alcanzado un peso superior a los 100 kilogramos y continuaba su estrategia de ingesta excesiva.
Hacia los últimos días del reto, Nuyanzin comenzó a experimentar malestares físicos. Inquieto por su estado de salud, suspendió sus entrenamientos y comunicó a sus allegados que planeaba visitar al médico. La noche de su muerte canceló toda actividad física y se retiró a descansar, pero no volvió a despertar.
Los informes sugieren que el influencer sufrió un paro cardíaco mientras dormía, consecuencia posiblemente asociada con el esfuerzo extremo y el peso que había ganado en corto tiempo. Tres días después de su muerte, fue enterrado en Oremburgo, ciudad donde había iniciado su trayectoria profesional en el fitness.
Con información de AFP.
