La riqueza arqueológica de la CDMX vuelve a manifestarse con el hallazgo en el área de la Colonia Guerrero y La Lagunilla, donde se localizaron tres entierros humanos, un tlecuil de piedra y cerámica de estilo Azteca III.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), estos elementos están vinculados a los asentamientos tlatelolcas del periodo Posclásico Tardío, comprendido entre 1325 y 1521.
Este descubrimiento, realizado por especialistas del INAH se produjo durante un salvamento arqueológico en un predio del Eje Central Lázaro Cárdenas, en la colonia Guerrero, cuyas labores comenzaron el seis de octubre y se extenderán hasta el seis de diciembre de 2025.
La zona intervenida, situada cerca de la Zona Arqueológica Tlatelolco, ha revelado hasta ahora tres etapas de ocupación mexica y tlatelolca, según informó la arqueóloga Jimena Rivera Escamilla, responsable del proyecto de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA).
La importancia de estos vestigios radica en la ausencia del lecho lacustre, lo que indica que el asentamiento se encontraba en tierra firme.
Rivera Escamilla sostuvo que este dato podría ayudar a delimitar los bordes del islote o los meandros donde se establecían las comunidades entre Tlatelolco y el barrio Atezcapan, área que corresponde actualmente a La Lagunilla en CDMX.
Para obtener un panorama completo del sitio, los arqueólogos realizaron nueve unidades de excavación de dos por dos metros de profundidad, una cala y un pozo estratigráfico de 3.85 metros de profundidad.
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El arqueólogo Juan Carlos González Hurtado, también de la DSA, puntualizó que este pozo muestra veinticuatro capas arcillosas, en las que se observa la intervención humana para nivelar el terreno en tres momentos distintos.
González Hurtado precisó que los entierros corresponden a la última etapa de ocupación del lugar, mientras que de la segunda etapa se conservaron muros alineados de norte a sur, el tlecuil, fragmentos de piso y otros elementos arquitectónicos.
De la primera etapa solo se halló cerámica, lo que sugiere la existencia de asentamientos de caseríos.
Un aspecto relevante, según González Hurtado, es la ausencia de ocupación colonial en el área, probablemente porque los europeos se concentraron en la ciudad de los palacios, es decir, en Tenochtitlan.
Este dato refuerza la singularidad del hallazgo y su valor para comprender la evolución urbana de la CDMX.
En cuanto a los entierros, Rivera Escamilla detalló que en el pozo dos se localizó el esqueleto de un infante de entre dos y cinco años, depositado en una fosa oval en posición de decúbito dorsal extendido.
Junto a él se encontró una ofrenda compuesta por una copa bicónica de estilo Texcoco, de color rojo pulido con una banda doble negra en el borde, asociada a huesos de animal que serán analizados para determinar su especie.
Además de los entierros y el tlecuil, se recuperaron fragmentos de malacates, cajetes, ollas, vasijas, figurillas antropomorfas, navajillas de obsidiana negra, verde, gris y dorada, así como un sello con la representación de un mono, asociado al dios del viento, Ehécatl en CDMX.
Con información de Milenio.
