Rocío Martínez Preciado
Se llama CALMA y me costó muchas tormentas. Se llama CALMA y cuando desaparece salgo otra vez en su búsqueda. Se llama CALMA y me enseña a respirar, pensar y repensar. Se llama CALMA y cuando la locura la tienta, se desatan vientos bravos que cuestan dominar. Se llama CALMA y llega con los años cuando la ambición de joven la lengua suelta y la panza fría dan lugar a más silencio y más sabiduría. Se llama CALMA cuando se aprende a bien amar, cuando el egoísmo da lugar al dar y conformismo se desvanece para abrir corazón y alma, entregándose enteros a quien quiera recibir y dar. Se llama CALMA cuando la amistad es tan sincera que se caen todas las máscaras y todo se puede contar.
Se llama CALMA y el mundo la evade, la ignora, inventando guerras que nunca nadie va a ganar. Se llama CALMA cuando el silencio se disfruta, cuando los ruidos no solo música y locura sino el viento, los pájaros la buena compañía o el ruido del mar. Se llama CALMA y con nada se paga, no hay monedas de ningún color que puedan cubrir su valor cuando se hace realidad. Se llama CALMA y me costó muchas tormentas y las transitaría mil veces más hasta volverla a encontrar. Se llama CALMA, la disfruto, la respeto y no la quiero soltar. ¿Qué sucede en nuestras vidas cuando llega la tormenta? Nos asusta, nos paraliza y al final no nos deja actuar como debemos hacerlo.
La palabra “CALMA” procede del latín cauma que procede del griego Kauya, bochorno.
Mi amigo Leo de Manzanillo me nombra “Rocío la Mujer del Mar”.
Cuando estoy frente a ese mar que me encanta y veo que no alcanzo ver un final de ese mar, observar los barcos chiquitos como juguetes a lo lejos y ver las gaviotas junto a mí, cuando le doy migas de pan, pareciendo que juegan y bailan a mi alrededor y yo volara con ellas.
El ver mis pies descalzos en la arena cuando camino al voltear hacia atrás y observar mis huellas dibujadas, que me hacen reflexionar que no volverán a pisar mis pies del mismo modo en mi camino de la vida; cada huella es diferente, unas más profundas, otras más ligeras.
Rocío “la Mujer del Mar”, cuando siento en mi corazón la tormenta, me refugio en lo más simple de la vida y ahí busco “LA CALMA” que me dará tranquilidad sosiego, serenidad, reposo, placidez, paz, bonanza, silencio.
No necesito gritar y llorar, solo necesito “observar” de qué manera Dios me hace saber cómo encontrare “LA CALMA”.
Viene a mi memoria este último viaje pasado de mis niños de LOS PLANES DE ALONSO a Manzanillo.
Tuve amenazas de tormenta dentro de mí, como el cansancio, el exigirme una buena coordinación que afectaba mi salud. Un problema importante con el transporte y su incumplimiento de responsabilidad.
Todo eso, se iba almacenando en Mi interior y afectaba Mi CALMA, hasta que Dios me hizo reflexionar que una de las habilidades de inteligencia emocional es tener la capacidad de mantener la CALMA en los momentos de dificultad. Es decir: mantener la serenidad para poder pensar con tranquilidad. Al llegar la mañana en Mi comienzo de un nuevo día con Mi tesoro del viaje 6 niños enfermos y sus madres, y otra madre mamá de Benjamín que partió hace poco. Puse en la balanza y comprendí: “No voy a permitir que nada ni nadie me afecte sin Mi consentimiento” y en esa balanza vi que el tesoro que llevaba en mis manos, esos corazones lastimados y deseando ser felices, eran más importante que mis contratiempos.
Y mi ángel custodio me hizo enterarme de unas palabras, que borraron toda amenaza de mi interior por afectarme.
Juanita, una mami que me dijo: señora Rocío, mi hija Emilia me dice: Mamá “Pellízcame para saber que esto no es un sueño, que es realidad estar en el mar”.
Esas palabras de una niña de 6 años curada de Leucemia que llevaba su bracito vendado cubriendo su catéter por donde le administran la quimio. Palabras que fueron extraordinarias. Mi niña Emilia, ella sí que estaba pasando una tormenta la del cáncer y encontró “LA CALMA” en ver la inmensidad del mar y sentirse como él, fuerte y poderoso para enfrentar la batalla de la enfermedad su sonrisa deslumbrante le dieron esa CALMA a su inocencia de niña y me hicieron ver que lo que yo le daba importancia no la tenía. Era minúscula a la de Mi niña.
¿Cuántas veces perdemos la paz que produce la CALMA?.
No debemos permitir que eso pase, debemos pedir al Espíritu Santo, nos ilumine que nos aclare nuestro camino que nos dé el don divino de perdonar y olvidar el mal de quien nos ofende, y no alejarnos nunca de El que nos dará “LA CALMA” a nuestra vida.
Estimado lector: Solo recuerda que detrás de la tormenta “Viene la CALMA” y mientras más te aferres a buscarla más pronto llegará.
Dios por delante
Rocío Martinez Preciado
Presidenta
Los Planes de Alonso
Cel. 4626058359
Correo: rociomartinezpreciado@hotmail.com