Popularmente, se tiene la creencia que el seis de enero los tres Reyes Magos; Melchor, Gaspar y Baltasar, visitan los hogares de todos los niños en el mundo para dejar presentes.
Si te portaste bien e hiciste tu cartita, ellos te visitarán. En algunas casas dejan un regalo, en otras tres: uno por cada Rey.
Sin embargo, existe un cuarto Rey Mago: Artabán. De acuerdo con la leyenda, Artabán solo llevará un regalo a los niños que crean en él.
En tiempos del nacimiento de Jesús, hace más de dos mil años, Artabán vio brillar la estrella sobre Belén y la siguió para encontrar al Salvador que mencionaban las profecías.
Su ofrenda para el Niño Jesús era un cofre lleno de piedras preciosas, el cual se fue vaciando poco a poco, pues en el camino encontró gente necesitada.
Enfermos, pobres y presos fueron ayudados por Artabán, ya que les dejaba una joya a cada uno.
No solo eso, permanecía con ellos el tiempo necesario para aliviar sus penas antes de volver a su camino, el cual era interrumpido nuevamente por otro desvalido.
Cuando por fin llegó a Belén, ya no estaba el Niño Jesús pues sus padres se lo llevaron hacia Egipto, debido a que el Rey Herodes quería matarlo. Artabán siguió buscándolo, ya sin la estrella que antes lo guiaba.
Cuentan que estuvo más de treinta años recorriendo la Tierra, buscando al Niño y ayudando a los necesitados. Hasta que un día llegó a Jerusalén justo en el momento que la multitud enfurecida pedía la muerte de un pobre hombre.
Mirándolo, reconoció en sus ojos algo familiar. Entre el dolor, la sangre y el sufrimiento, podía ver en sus ojos el brillo de la estrella. Aquel miserable que estaba siendo ajusticiado era el Niño que por tanto tiempo había buscado.
La tristeza llenó su corazón, ya viejo y cansado por el tiempo. Aunque aún guardaba una joya en su bolsa, ya era demasiado tarde para ofrecérsela al Niño que ahora, convertido en hombre, colgaba de una cruz. Había fracasado en su intento de encontrarlo.
A los tres días de la muerte del nazareno una luz aún más brillante que la de la estrella, llenó su habitación: era Jesús que venía a su encuentro Artabán cayendo de rodillas le extendió la última joya que le quedaba, Jesús la tomó y con dulzura le dijo:
“Tú no fracasaste. Al contrario, me encontraste durante toda tu vida. Yo estaba desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber. Estuve preso, y me visitaste. Pues yo estaba en todos los pobres que atendiste en tu camino. ¡Gracias por tantos regalos de amor, ahora estarás conmigo para siempre, pues el Cielo es tu recompensa!”.
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