Robert Brians, 51 años, un padre furioso y alterado por una tormentosa separación, tomó la decisión más aterradora: conduciría su camioneta por un acantilado con sus hijas gemelas de dos años en el asiento delantero. ¿Cuál era su intención? Acabar con la vida de las pequeñas y, con ello, terminar también la suya.
Buscó a sus pequeñas de dos años, Hailey y Aubrey, de las casas de sus padres, en San Diego, EEUU, donde las niñas habían pasado la noche. El objetivo oficial era una visita supervisada, pero él tenía otros planes.
Fue entonces cuando Jenna Brians, al notar que su esposo no regresaba con las niñas, comenzó a preocuparse. Esa preocupación se convirtió rápidamente en terror cuando empezó a recibir una serie de mensajes inquietantes.
“Las niñas van al Cielo, y yo al Infierno a esperarte”, fue uno de los textos que le dejó el padre. El pánico la invadió por completo cuando Brians hizo una última publicación en Facebook: “Esta noche, envío a mis bebés al Cielo”.
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El destino elegido por Brians fue Sunset Cliffs, un lugar conocido por su belleza natural en California, pero que en esa madrugada se convirtió en el escenario de una tragedia en ciernes.
Con el sol apenas asomando en el horizonte, Brians dirigió su camioneta hacia el acantilado. Los oficiales que ya habían recibido la alerta de Jenna, rastrearon el teléfono de Brians, localizándolo cerca del borde. Pero llegaron solo a tiempo para ver, horrorizados, cómo la camioneta se precipitaba al vacío.
La camioneta cayó por el acantilado a más de 115 kilómetros por hora, impactando violentamente contra las rocas antes de sumergirse en las aguas del Pacífico. En cuestión de segundos, el destino de tres vidas parecía sellado.
Los oficiales, sin embargo, no estaban dispuestos a rendirse. Rápidamente, el oficial Jonathan Wiese, que había llegado al lugar de los hechos, asumió el control de la situación.
Jonathan Wiese, un K-9 con formación en el Cuerpo de Marines, fue el primero en llegar al lugar donde la camioneta de Brians había caído al océano, desde el borde de Sunset Cliffs en San Diego. Sin dudarlo, ató una correa de perro de 30 metros a la roca y, con la ayuda de otros oficiales que sujetaron el otro extremo, se deslizó por el acantilado, descendiendo hacia lo que parecía una escena de pesadilla.
Al llegar al agua, Wiese encontró la camioneta volcada y semihundida. Brians sostenía a sus dos hijas. Una de ellas lloraba con fuerza, aferrada al cuello de su padre, pero la otra parecía casi sin vida. Wiese, sin perder tiempo, nadó hacia ellos y, utilizando las técnicas de rescate que había aprendido durante su entrenamiento, empujó al hombre y a las niñas hacia la orilla. “Él tenía a las dos niñas, intentaba mantenerse a flote, pero todos se hundían”, relataría después el oficial.
La gravedad de la situación no terminó en el agua. Las niñas sobrevivieron, pero una de ellas había sufrido un sangrado cerebral y fracturas en la columna vertebral, lo que le impidió respirar por sí misma durante un tiempo. Sin embargo, contra todo pronóstico, ambas se recuperaron.