El condado de Kent, al sur de Inglaterra, es conocido por sus paisajes de acantilados y campos ondulantes. En este lugar ocurrió un momento que combina naturaleza y patrimonio, pues la chova piquirroja —un ave de pico y patas rojas, miembro de la familia de los cuervos— ha vuelto a criar en la región por primera vez en más de 200 años.
Conservacionistas celebran lo que consideran un hito, ya que un pichón de la chova piquirroja, nacido en un nido del castillo de Dover, en Kent, logró emplumar y echarse a volar, marcando un triunfo para un proyecto de reintroducción iniciado hace tres años.
El objetivo es ambicioso, ya que busca devolver la chova piquirroja al sureste de Inglaterra, de donde desapareció por la transformación del paisaje y la persecución directa hacia el ave.
DE REGRESO A KENT
Históricamente, la chova piquirroja era una presencia habitual en Kent. Sin embargo, la pérdida de hábitat —debido a cambios agrícolas, urbanización y la presión humana— hizo que la especie se retirara poco a poco hacia zonas más remotas.
En la actualidad, la chova piquirroja se concentra en el Reino Unido, sobretodo en el oeste de Gran Bretaña, la isla de Man e Irlanda, donde vive en acantilados y praderas rasas. Su población es escasa y fragmentada, por lo que cualquier avance en su recuperación es motivo de esperanza.
El regreso a Kent tiene un valor doble, pues no sólo significa un paso adelante en la conservación de una especie vulnerable, sino también la recuperación de un símbolo cultural profundamente ligado a la identidad local.
La chova piquirroja aparece en el escudo de armas de Canterbury y forma parte de la leyenda de Thomas Becket, el arzobispo asesinado en 1170, cuya historia aún resuena en la memoria británica.
LA IMPORTANCIA DEL CASTILLO DE DOVER PARA LA CHOVA PIQUIRROJA
El pichón de la chova piquirroja que ha volado desde el castillo de Dover representa la primera generación nacida en libertad en más de dos siglos. Para los responsables del proyecto, este éxito es fruto de años de preparación, como adaptación de hábitats, liberaciones controladas y seguimiento constante de cada ave liberada.
Aun así, han explicado que la batalla no está ganada. Es necesario ampliar zonas seguras, mantener la vigilancia contra depredadores y fomentar la coexistencia con las actividades humanas.
“Este es sólo el principio”, señalaron miembros del equipo conservacionista. “Queremos que la chova piquirroja vuelva a ser parte del paisaje habitual de Kent, como lo fue para nuestros antepasados”.
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La imagen del ave volando sobre los muros del castillo de Dover no sólo alegró a los biólogos, sino también a los vecinos que han seguido la noticia.
Algunos la describieron como “ver a la historia cobrar vida”, ¡y no es para menos!, pues recuperar a una especie perdida durante 200 años es un recordatorio de que la conservación funciona cuando se combinan compromiso, ciencia y paciencia.