No va ni un cuarto del Siglo XXI y las “nuevas” tecnologías ya han permeado casi todos los ámbitos de la vida humana. Hoy en día cuesta trabajo pensar en un mundo sin celular o incluso sin redes sociales.
Al respecto, diferentes instituciones han mostrado su preocupación ante el incisivo uso de estas tecnologías y sus correspondientes consecuencias.
Tal es el caso del Vaticano, quien apenas ayer difundió un nuevo decreto sobre el uso de las redes sociales dentro de la vida religiosa femenina.
El escrito se titula Cor Orans, y a lo largo de cuatro apartados explica cómo debe ser la vida en los monasterios, señalando en el capítulo tres “La separación del mundo”, que los nuevos medios de comunicación deben usarse con sobriedad y criterio.
“No deben ser ocasión para la distracción y la evasión de la vida fraterna en comunidad, ni deben ser nocivos para su vocación o convertirse en obstáculo para su vida enteramente dedicada a la contemplación”, se lee en el documento.
Este no es el primer llamado que hace la iglesia sobre el uso de tecnologías. Apenas hace dos años el papa Francisco amplió la constitución original sobre la vida monástica femenina, advirtiendo sobre el impacto en los hábitos de la comunidad con el uso de las tecnologías digitales.
“No podemos permitir que las nuevas formas de comunicación se conviertan en ocasiones para perder el tiempo”, sentenció el pontífice.
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Sin embargo, las cerca de 40 mil monjas consagradas a la iglesia, deberían cuestionarle al Vaticano si sus 15 mil publicaciones existentes en su cuenta de twitter no les han quitado un poco de tiempo para concentrarse en la absoluta contemplación a Dios.
