México enfrenta una de las pruebas más dolorosas de su historia ambiental, pues está a punto de perder a uno de sus tesoros más frágiles, hermosos y únicos: la vaquita marina.
Un reciente informe de la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA), organismo surgido del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-Mec), fue contundente: nuestro país no ha hecho lo suficiente para proteger a este pequeño cetáceo y, por el contrario, su “falta de voluntad” para aplicar la ley ha puesto en riesgo inminente su existencia.
Hoy, apenas entre seis y ocho vaquitas marinas sobreviven en libertad en todo el planeta. La cifra resulta casi imposible de creer cuando recordamos que, en 1997, nadaban más de 500 ejemplares en el Golfo de California.
¿QUÉ ES LA VAQUITA MARINA?
La vaquita marina (Phocoena sinus) es el cetáceo más pequeño del mundo y, al mismo tiempo, el más amenazado. Crece hasta 1.5 metros y pesa alrededor de 50 kilos. Es tímida, se deja ver poco y tiene un característico “antifaz” negro alrededor de ojos y labios que la hace inconfundible.
Además, es una especie endémica de México: solo vive en el Alto Golfo de California, frente a las costas de Baja California y Sonora. Eso significa que, si desaparece aquí, desaparece para siempre del planeta. No existe en ningún otro lugar.
¿POR QUÉ ESTÁ DESAPARECIENDO?
Los principales verdugos de la vaquita marina son las redes de enmalle utilizadas para pescar totoaba, un pez cuya vejiga natatoria es altamente cotizada en el mercado negro de Asia. En dichas redes, estos cetáceos también quedan atrapados accidentalmente y mueren asfixiadas porque no pueden salir a respirar.
Aunque el gobierno de México ha prohibido estas redes dentro del área donde habita la vaquita marina, el informe del CCA señala que la vigilancia es débil y, en muchos casos, nula. Así, la pesca ilegal continúa a plena vista, con consecuencias devastadoras.
LA EXTINCIÓN EN CÁMARA LENTA
Lo más doloroso es que la extinción de la vaquita marina no ocurrió de la noche a la mañana, sino a la vista de todos. Desde hace más de 20 años, científicos y organizaciones ambientales de todo el mundo han encendido las alarmas.
En 1997, había más de 500 ejemplares de vaquitas marinas; en 2015 ya sólo quedaban unas 60; para 2018, apenas 30; y hoy, el conteo se reduce a una sola cifra de unidades: entre seis y ocho.
Cada ejemplar cuenta. Cada avistamiento es celebrado como si fuera un milagro, pero también como un recordatorio de lo mucho que estamos perdiendo.
¿TODAVÍA HAY ESPERANZA?
Aunque parezca increíble, sí hay esperanza. Los expertos de organizaciones como Sea Shephered, Greenpeace o la Comisión Ballenera Internacional (IWC, por sus siglas en inglés) aseguran que la vaquita marina es muy resistente: en los últimos años se han detectado crías, lo que significa que aún se reproduce.
Sin embargo, para que la vaquita marina sobreviva se requieren acciones urgentes como:
- Retirar todas las redes de enmalle del Golfo de California.
- Implementar sistemas de pesca alternativa segura, que permitan a las comunidades locales seguir pescando sin poner en riesgo a este cetáceo.
- Reforzar la vigilancia con patrullajes, drones y monitoreo acústico que detecte a las vaquitas marinas sin molestarlas.
- Coordinarse con China y Estados Unidos para detener el contrabando de totoaba, que alimenta todo este mercado ilegal.
UNA DECISIÓN DE PAÍS
Recordemos que la vaquita marina es más que un animal: es símbolo de la biodiversidad de México, de nuestro patrimonio natural y de la capacidad que tenemos para cuidar —o perder— lo que la naturaleza nos regaló.
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Si México permite su extinción, será recordado como el país que dejó morir al cetáceo más pequeño del mundo por no cumplir sus propias leyes. Pero si actúa con decisión, todavía puede escribir una historia de esperanza.