Ramiro tiene 13 años y trabaja más de 10 horas en la Merced como cargador; en promedio, gana 150 pesos diarios, que entrega a su madre.
“No hay otra: hay que chambear para comer”, afirma el menor.
Lupita tiene 10 años, y su hermana Lorena, 8. Ambas venden dulces y piden dinero en las líneas 2 y 3 del Metro. Con 10 años, Esteban trabaja apartando lugares afuera de un banco por las mañanas.
De acuerdo con datos de la Secretaría del Trabajo, en la Ciudad de México, 85 mil niños realizan alguna actividad laboral y, de ellos, 42 mil no percibe retribución alguna. “El trabajo infantil es siempre sinónimo de explotación. Los niños y niñas están expuestos a accidentes, maltratos de otras personas, abusos, adquirir enfermedades”, advierte Alicia Athié, consultora de la Organización Internacional del Trabajo.
Pese a esto, de enero de 2015 a septiembre pasado, la Fiscalía para Niños de la Procuraduría capitalina recibió ocho denuncias por explotación laboral infantil y sólo en tres casos ejercitó acción penal contra un presunto responsable.
“Aquí dicen que nadie los obliga, que lo hacen porque ayudan a sus padres. Es una cuestión de pobreza, de falta de oportunidad, no de delito”, argumenta un agente cuestionado sobre la inacción de la autoridad.
German Nava, del Observatorio contra la Trata en la Ciudad de México, advierte que los niños pueden permanecer afuera del Metro vendiendo dulces, sin acudir a la escuela y con una alimentación deficiente, pero para la PGJ es complicado establecer algún tipo de explotación.
“Creo que hay un olvido social a los menores, hay mucha indiferencia hacia el trabajo de los niños, tampoco hay el compromiso de las autoridades para combatirlo; el delito en este caso sería el de trata de personas”, señala.
Agencias