En un giro digno de una comedia, una gata de pelo corto de origen americano se encontró tras las rejas en una comisaría de Bangkok, Tailandia. Su “delito”: agredir a varios agentes de policía. Lo que prometía ser un rescate animal rutinario se transformó en una divertida saga viral que capturó la atención del mundo.
La peculiar historia comenzó cuando la felina fue hallada sola en la calle y entregada a las autoridades con la esperanza de que recibiera cuidados. Sin embargo, los planes de buen samaritano se torcieron rápidamente. En lugar de recibir agradecimientos o mimos, la gata respondió con una serie de mordiscos y arañazos. Parecía que ese día, el cariño no era bienvenido.
Los oficiales, sorprendidos y heridos, intentaron calmar a la furiosa minina, pero sus esfuerzos fueron en vano. La situación escaló a tal punto que, en un acto simbólico de contención y con mucho humor, decidieron “detenerla”. La imagen de la gata, con una mirada desafiante y sin rastro de arrepentimiento, posando para su propia ficha policial, fue compartida en redes sociales por el agente Da Parinda Pakeesuk.
“Se le imputan cargos de agredir a los agentes de policía y está a punto de ser detenida. Por favor, compartan esta publicación para que su dueño venga a rescatarla”, escribió Pakeesuk, iniciando una ola de reacciones.
De estar tras las rejas en Tailandia a tener fama en redes sociales
La insólita foto de la gata criminal se volvió viral instantáneamente. Miles de usuarios se conmovieron y divirtieron con la audacia de la felina, cuya pose parecía gritar: “Fui yo, ¿y qué?”. El propio agente Pakeesuk bromeó más tarde, confesando con humor que “la arrestada terminó dominando la comisaría. Nosotros fuimos las verdaderas víctimas”. La historia de esta pequeña rebelde demostró cómo un suceso inesperado puede convertirse en un fenómeno global, generando sonrisas y miles de interacciones.
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El desenlace, por fortuna, fue feliz. El dueño de la gata apareció para reclamarla, poniendo fin a su breve pero memorable estancia en prisión. Sin embargo, antes de otorgarle la libertad, los agentes, siguiendo un “protocolo” cargado de humor, le tomaron las huellas dactilares de sus patas, bromeando sobre una posible “reincidencia”.
En su informe final, redactado en tono jocoso, Da Parinda Pakeesuk dejó constancia de la versión de la “detenida”: “Solo tenía hambre. No quería morder a nadie”. El agente cerró el caso con una advertencia felina, advirtiendo que “este caso debe tratarse adecuadamente. No podemos permitir que otros gatos piensen que morder a la gente es aceptable”.
Con información de Excélsior y Clarín