El conde Drácula es uno de los personajes de ficción más universales, y tiene un vínculo con la realidad en la figura de Vlad III ‘El Empalador’, un caudillo de Valaquia (hoy Rumanía) que vivió en el siglo XV.
En el corazón de esta región se encuentra el castillo de Poenari, la fortaleza que Vlad III mandó erigir y que es el auténtico hogar del personaje histórico que dio pie a la leyenda del vampiro.
Poenari fue abandonado y posteriormente sacudido por una serie de terremotos en la década de 1900, que destruyeron gran parte del castillo.
Pero después de una larga restauración, se abrió al público donde espera atraer a más de 300 mil turistas en el primer año de apertura.
Cornel Popescu, gerente del Museo del Condado de Arges, dice que Poenari es el “verdadero” castillo de Vlad III, y no el castillo de Bran, un monumento nacional en Transilvania, que según Popescu nada tiene que ver con el personaje.
“Vlad el Empalador, Drácula, reinó tres veces. Durante su segundo reinado construyó sólo tres monumentos: los monasterios de Comana y Snagov y el castillo de Poenari”, dice Popescu.
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“El castillo de Bran no tiene ninguna relación con Vlad el Empalador. Él no construyó ese castillo, es solo una estrategia de marketing para el turismo. El verdadero castillo de Vlad el Empalador es el castillo de Poenari”, añade.
Sobre la fortaleza, a la que sólo se puede acceder subiendo 1.500 escalones, Popescu dice que nunca fue conquistada por los enemigos de Vlad III, a pesar de varios intentos. “Gracias a su espectacular e inaccesible posición, la fortaleza nunca ha sido conquistada, aunque los turcos lo intentaron varias veces”, explicó.
La fortaleza fue reconstruida en 1459. Para ello, Vlad el Empalador utilizó esclavos, muchos de los cuales cayeron del acantilado bajo el castillo, con una altura de 800 metros y murieron durante la construcción.
También conocido como Vlad el Empalador
Fue más bien el apodo que recibió posmortem, Vlad el Empalador, el que evocaba, y sigue evocando, como pocos en la historia europea el peso de leyenda y brutalidad como la de este príncipe de Valaquia (en la actual Rumania).
Drácula era famoso en todo el continente por la variedad de métodos de los que se valía para ejecutar a sus prisioneros, que iban desde la decapitación hasta las de hervilos o enterrarlos vivos.
Pero el que le dio el sobrenombre fue su forma predilecta de ejecución: el empalamiento.
Una estaca de madera era clavada cuidadosamente entre las nalgas de la víctima, emergiendo justo debajo de los hombros.
El cruel método dejaba intactos todos los órganos vitales, de manera que el inmolado pasaba al menos 48 horas retorciéndose de sufrimiento inimaginable antes de morir.
Con información de BBC.