El río Sarandí, ubicado en la localidad homónima del partido de Avellaneda, en Buenos Aires, Argentina amaneció teñido de un rojo intenso en toda su extensión.
Por ahora las causas son un misterio: en el barrio los vecinos hablan de una contaminación con anilina, otros de desechos químicos de un depósito. A la vista, los resultados del desastre son compatibles con otros episodios de derrame de ácido láctico corrosivo.
Lo cierto es que desde el Municipio de Avellaneda, en colaboración con un equipo del Ministerio de Ambiente de la provincia de Buenos Aires, se acercaron al lugar y tomaron muestras del agua para analizar y conocer a ciencia cierta por qué se tiñó el río. “Inicialmente no parece tóxico”, adelantó una fuente al tanto de las tareas.
De acuerdo a la descripción que hicieron vecinos de la zona consultados, a la vera del canal se siente un olor fuerte. El aroma nauseabundo, de todas formas, aparece algunos días sin la necesidad de que el agua se torne de un color especial.
“No es una zona de muchas fábricas, pero hay algunos depósitos y en frente del shopping hay una droguería”, describió una vecina que vive en el lugar hace varias décadas. Ante la falta de información oficial, por ahora en el barrio solo hay conjeturas acerca del origen del tinte rojo.
Los cambios en la coloración del río suelen ocurrir en Sarandí, pero casi siempre se presenta con un tinte amarillo, o amarillo verdoso. “No es raro que haya derrames en esta zona, ya sean químicos o de otros productos”, continuó la vecina. El único consuelo para quienes viven en la zona es cerrar todas las puertas y ventanas, y en lo posible evitar salir hasta que pase el hedor.
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En la suma total de los siniestros ocurridos en enero, se volcaron mil litros de ácido láctico corrosivo, 500 litros de ácido fosfórico y 50 kilos de cloro diclorado, los cuales se desparramaron a lo largo de zonas transitadas como autopistas y a metros de transeúntes. Muchas son sustancias peligrosas tanto para el medioambiente como para los ciudadanos.
El presidente del Consejo Profesional de Química de la Provincia de Buenos Aires (CPQ), Carlos Colángelo, explicó con un ejemplo la gravedad de estos casos: “El ácido fosfórico es corrosivo y puede reaccionar con la soda cáustica, que estaba transportando en este caso. Esto hace que se produzca una reacción exotérmica con liberación de calor y que se creen gotas que pueden caer sobre los vecinos. Esto puede producir un problema de quemaduras o inhalación de esos vapores de la reacción química”, describió.
Según los especialistas, la mayoría de los derrames se producen en accidentes viales o en depósitos y comercios donde manipulan sustancias químicas.
Además, Colángelo se refirió puntualmente a lo ocurrido en el río de Avellaneda: “Hay que esperar los resultados de los análisis, pero podemos decir que la empresa que pudo haber arrojado esto es totalmente inescrupulosa. No creo que sean profesionales de la química porque bajo ningún concepto hubieran permitido arrojar esos residuos al agua”.
La solución para minimizar estos eventos, según sostienen desde el Consejo Profesional de Química bonaerense, es la matriculación y capacitación de los trabajadores que manipulan o transportan las sustancias.
Con información de Clarin.