InicioColumnasColumna invitada¿Cómo ganamos la igualdad jurídica de la mujer? Una historia desconocida.

¿Cómo ganamos la igualdad jurídica de la mujer? Una historia desconocida.

PUBLICADO

Por Rosa María de la Peña García

El 20 de marzo de 1974, durante una entrevista de la Sociedad de Alumnos de Derecho de la UNAM con el Presidente de México, siendo yo la única mujer del comité directivo, me atreví a plantearle al Licenciado Echeverría una inquietud de las feministas mexicanas.

¿Cuotas o igualdad? Feminismo libertario

Esta es la historia poco conocida de cómo se logró la Igualdad Jurídica de la Mujer en México, mediante una gestión estudiantil que llevó adelante un anhelo de las feministas de mediados de los años 70. Pero nuestro movimiento tuvo un sello especial. Fue un feminismo libertario. Obedeció a un sentimiento contrario a privilegios, cuotas y a cualquier tipo de tutela sin causa justificada, ajena al punto de vista de la dignidad de las mujeres. Queríamos conquistar las mismas libertades reconocidas a los varones, comenzando por la económica dentro de la que comprendíamos la laboral, la de comercio y la de empresa. La pugna por la reforma fue una batalla a contra corriente, que por momentos creímos íbamos a perder. Hoy algunos ven con naturalidad el otorgamiento de cuotas, prebendas y privilegios que creo que denominan “de género”, pero las feministas de aquel tiempo lo que queríamos era ganar el respeto y un trato igual por nuestro trabajo, sin privilegios ni cuotas de género. Así que luchamos por la igualdad jurídica de hombres y mujeres ante la ley, comenzando por eliminar falsos privilegios. Rechazábamos concesiones graciosas, porque las considerábamos ofensivas y hasta sexistas. Un punto de vista que no todos los legisladores comprendían de manera certera. Aunque debo destacar que en general, todas las diputadas federales y las senadoras compartieron nuestro rechazo a la tutela jurídica especial, fuera de la gestación y la lactancia, que nosotras considerábamos indigna o discriminatoria. Pero como las legisladoras eran minoría, temíamos que el Congreso rechazara o tergiversara nuestra posición.

Jorge Nuño. Una historia de lealtad.

El 8 de marzo pasado fue un día especial para mí porque el discurso del Coronel Jorge Nuño, actualmente Director del Centro de Estudios del Tercer Mundo, me hizo recordar cuando le conocí en Los Pinos, junto con mis compañeros estudiantes quienes me apoyaron para concretar la Igualdad Jurídica de la Mujer, que finalmente logramos con la reforma del Artículo 4º de la Constitución. Recordar cómo comenzó esta hazaña que se antojaba casi imposible, me animó a escribir estas notas para compartir a grandes rasgos el desarrollo de este proceso y así abonar al registro de hechos que creo merece ser divulgados.

Ataviado con toga y birrete mi colega el Licenciado Jorge Nuño Jiménez, recibió la Presea Benemérito Benito Pablo Juárez García y fue orador en la Clausura de este evento organizado por el Claustro Académico Universitario del Senado de la República. En esta solemne ceremonia, el galardonado dedicó su discurso al Día Internacional de la Mujer, haciendo un recuento de las luchas feministas. Le agradezco mucho a Jorge Nuño que haya destinado una parte de su alocución para hacer mención de un evento en el que participé hace ya tantos años.

 

Al centro Jorge Nuño conversando con Porfirio Muñoz Ledo.

Conocí a Jorge Nuño cuando era ayudante del Licenciado Echeverría en los días en que presenté mi propuesta en Los Pinos. Su origen humilde no le impidió dedicarse tanto al estudio como al trabajo porque tuvo el buen ejemplo de su familia. Su madre destacaba por su belleza. Con el ejemplo de su madre, aprendió a valorar a la mujer que gana su dinero dignamente, pues ella trabajaba como sirvienta. Ello, en un un tiempo en que el trabajo remunerado de una mujer no se consideraba equivalente al del varón y se le culpaba de ser una distracción de su obligación fundamental, que se estimaba era, el hogar. Este fue el motivo original de nuestro empeño: la remuneración igual del trabajo femenino y su dignidad en todas las áreas. Se creía en mayor medida que hoy, que los hombres debían ser los proveedores únicos del hogar y merecían recibir una paga mayor a la de las mujeres. Ello sin reparar en que también había muchas mujeres jefes de familia, como fue el caso de mi madre, quien fue mi primer ejemplo porque la vi ganarse la vida trabajando sin que nadie le regalara nada.

A temprana edad un día Jorge le dijo a su padre: “Papá, no voy a ser un vago, ya me enlisté en en Ejército”. Así fue como siendo muy joven Jorge Nuño llegó a Puerto Juárez en Yucatán, donde por sus incursiones en la selva, los lugareños lo identificaron como un auténtico “Caminante del Mayab” y yo creo que no ha dejado de serlo porque aunque nació en Jalisco. La tierra de los mayas lo atrajo convirtiéndole en uno de sus hijos, divulgadores de la cultura maya que ha fascinado al mundo y sé que tiene una hija mitad maya y mitad mexica. Hoy sé que aquel caminante del Mayab, ha extendido su andar a todos los países del mundo, atesorando una extensa cultura a partir de la particular visión que su formación como jurista le ha permitido forjar y que deriva en la capacidad analítica que nos revela en sus artículos periodísticos.

Hoy Echeverría tiene 97 años y escuché en un podcast que está triste porque le fue retirado todo su personal de confianza, especialmente la asistente que le ayudaba en todo lo que una persona de su avanzada edad necesita. Sin embargo, hay alguien que lo visita todos los días. Ese es el Coronel Jorge Nuño quien a pesar de la maledicencia, nunca se ha separado de su lado. Me dicen que el Licenciado Echeverría permanece tan lúcido como cuando lo conocí. Creo que hoy es un buen momento para recordar que gracias a él las mujeres mexicanas logramos una hazaña que para mí debe ser visto como un triunfo del Estado mexicano, porque feministas de otros países como es el caso de nuestras vecinas del norte, siguen luchando por la “Equal Rights Ammendment” que  las mexicanas sí conseguimos desde finales de 1974.

¿Cómo ganar el derecho efectivo a la libertad económica de la mujer?

Como ya mencioné, fue el 20 de Marzo de 1974 cuando le planteamos al Presidente Luis Echeverría la inquietud de lograr esa igualdad jurídica que sentíamos debía llevarnos primero que nada a conquistar la libertad económica, destacadamente la laboral porque el trabajo remunerado no se veía como un derecho de la mujer, sino la mayoría de las veces como una falta a deberes de mayor envergadura, concretamente al cuidado de los hijos y el hogar. Pero también queríamos eliminar obstáculos a la libertad de comercio y de empresa. Para nosotras era un asunto de dignidad, por lo que nuestra primera demanda consistió en eliminar privilegios engañosos que en realidad consistían en obstáculos para nuestro derecho. La moral social de ese entonces de varias maneras hacía entender que el trabajo de la mujer fuera de casa era una vergüenza que era mejor evitar, lo que hacía que en las vacantes laborales el hombre llevaba ventaja. Nuestra inquietud se dirigió también a otros tratos que considerábamos indignos, como tener que pedir permiso al marido para participar en algún comercio o empresa. Otra cuestión que señalamos, fue que era discriminatorio no estar facultadas para extender la nacionalidad mexicana al marido extranjero, cuando los hombres sí podían transmitirla a su esposa extranjera, disposición constitucional que también logramos reformar.

El presidente nos citó en Los Pinos para el 22 de Marzo y frente a las Diputadas por él convocadas así como algunos personajes como Hugo Cervantes del Río entonces Secretario de la Presidencia y mi profesor de Derecho Laboral el Dr. Trueba Urbina, di lectura al documento que el Jefe del Ejecutivo me había pedido que preparara dos días antes, cuando en Los Pinos le hice esta propuesta junto a mis compañeros de la Facultad de Derecho. Tal fue el origen de los 5 meses decisivos que llevaron a la Reforma Constitucional sobre la Igualdad Jurídica de la Mujer en los que, quienes estábamos a favor de la reforma, enfrentamos argumentos y resistencias de no poca monta, que llegaron a confrontar de manera importante nuestro el anhelo de lograr que nuestra Constitución General adoptara la Igualdad Jurídica de la Mujer. Visto en la lejanía del tiempo, la verdad es que logramos algo que no era para nada fácil, pues hace 45 años la mentalidad dominante no era a favor de la igualdad, sino muy en contra.

Al término de la reunión hubo un debate con mi maestro Trueba Urbina que defendía la idea de que no se permitiera a las mujeres trabajar horas extraordinarias porque desde su punto de vista expresado en la Ley Federal del Trabajo por él comentada, la primera obligación de la mujer era la crianza de los hijos, pero las diputadas que también ahí estaban convocadas por el Presidente Echeverría para escuchar la lectura del documento que preparé manifestaron su desacuerdo de manera contundente. Así, que ganada esta primera batalla, el Presidente ordenó crear una Comisión de Estudio para la Igualdad Jurídica de la Mujer, que operó de manera tripartita y en ella trabajamos durante 5 meses. Tal Comisión estuvo integrada por las Diputadas Federales encabezadas por Carlos Sansores Pérez, investigadores del Instituto del Trabajo encabezados por el Secretario del Trabajo, el Licenciado Porfirio Muñoz Ledo y por nosotros, estudiantes de la Sociedad de Alumnos de Derecho de la UNAM, encabezada por mi brillante compañero Adolfo Desentis Rodríguez y yo como vicepresidente. Finalmente logramos convertir nuestra inquietud en la Iniciativa de Reforma Constitucional que la consagró en el Artículo 4º constitucional, cuyo texto original fue subsumido en el 5º para dejar todo el espacio libre al nuevo artículo con el que logramos las mexicanas la igualdad jurídica a nivel constitucional.

Años después, en 1988 participé en el movimiento que enarboló la “transición a la democracia” apoyando a Porfirio Muñoz Ledo, quien ya como senador de la República se consagraría como uno de los mejores parlamentarios de nuestra historia con un número insuperado de participaciones en tribuna en la que comprobamos su capacidad argumentativa y su gran conocimiento en materia de Derecho Constitucional.

La objeción principal para con la Reforma por la Igualdad Jurídica de la Mujer, correspondía a un argumento que desde el punto de vista de la lógica jurídica se antojaba sólido y muy pertinente. Se sostenía que la igualdad estaba ya establecida para todos los mexicanos en el artículo primero de la Constitución. Pero nosotros argumentábamos que al incluirse como texto constitucional específico, la declaratoria de la igualdad jurídica ante la ley entre la mujer y el varón, todas las disposiciones contrarias a ella tendrían que irse ajustando al mandato constitucional. Nosotros considerábamos que elevar la igualdad jurídica a rango constitucional, era la manera más eficaz para conquistar el piso parejo que deseábamos: la igualdad jurídica. La reforma se dio y se produjo el efecto que anticipamos, pues con la igualdad en el rango constitucional se eliminaron muchas disposiciones que la contradecían a lo largo y ancho del país. Creo que es de justicia reconocer que lo logramos no solo gracias a la presión de la corriente feminista de aquel tiempo, sino a que el Presidente Luis Echeverría tuvo una actitud especialmente receptiva. Una política que fue de “apertura” sobre todo hacia campesinos, estudiantes, jóvenes y, según comprobamos, hacia las mujeres a pesar de una escasísima participación en la vida política, producto de esa cultura o mentalidad “patriarcal” que negaba a las mujeres espacios de participación y como hay resabios que permanecen, la lucha debe continuar a cargo de nuevas generaciones.

María Esther Zuno de Echeverría, Ifigenia Martínez y Esperanza Brito de Martí.

Tal como anticipé, la primera mujer que me inspiró para intentar la reforma fue mi madre, la Profesora Rosa María García Briones, quien cubría dos turnos de trabajo en el día y por las noches estudiaba para obtener su título de maestra. Como todas las mujeres de ese tiempo, tuvo que enfrentar diversas formas de discriminación en el trabajo, lo que siempre objetó con una dignidad ejemplar, pues nunca las dejó pasar. Con ese ejemplo decidí estudiar derecho y de alguna manera luchar por un cambio. Antes de ingresar a la Facultad de Derecho, participé con algunos grupos de feministas, entre ellas Verónica Rascón, en uno de los denominados “pequeños grupos”. Fui afianzando la idea de que era indispensable eliminar la discriminación que ciertamente existía no solo en la sociedad, sino en las leyes, asunto que había que abordar lo antes posible.

Con esa idea en mente conseguí un lugar en la representación estudiantil. No es el momento de relatar la forma en que lo logré, pero baste decir que no fue fácil conseguir la vicepresidencia. Fui la única mujer entre 127 miembros del Comité de la Sociead de Alumnos de Derecho (éramos 17 mil alumnos de los cuales, el 31% éramos mujeres). Afortunadamente, mis compañeros de la Facultad de Derecho estuvieron en aptitud de comprender que las mujeres éramos iguales en capacidad y que la única diferencia era en la gestación y la lactancia, pero sobre todo a mí me interesaba afianzar la idea de que nuestro derecho de libertad para generar riqueza y productividad mediante el trabajo y el emprendimiento, era idéntico al de los varones. Mis compañeros apoyaron esta idea que llevamos a los debates y a pesar de los argumentos en contra dentro de la Comisión y de algunos profesores de la Facultad de Derecho, no dejamos de hacer valer nuestra razón que consideramos superior, aunque sin dejar de reconocer que los argumentos contrarios eran poderosos. Éramos muy jóvenes, apenas unos estudiantes, pero sabíamos que nuestra posición era racional y correspondía a un anhelo muy sentido de la corriente feminista de aquel tiempo. Nuestra visión era diferente a la que dominaba en generaciones anteriores, lo bueno fue que también encontramos a un presidente que en este punto fue definitivamente vanguardista y finalmente envió la Iniciativa a la Cámara de Diputados.

 

La señora María Esther Zuno de Echeverría, feminista actuante.
María Esther Zuno de Echeverría, fue una feminista de palabra y obra.
Esperanza Brito, la feminista que nos inspiró.
Esperanza Brito fue una feminista mexicana, cuyas ideas aportaron mucho a la Igualdad Jurídica que logramos.
Ifigenia Martínez, feminista aliada en la causa de la libertad y la democracia
Ifigenia Martínez Hernández, economista de excelencia. Apoyó la causa feminista en los 70. Hoy continúa como protagonista en el proceso de democratización, desde la óptica de la izquierda mexicana.

Desde el primer momento que hablamos con el Licenciado Echeverría nos dimos cuenta que simpatizaba con esa visión hacia el futuro. Luego, cuando conocí a su esposa, la Señora María Esther Zuno, me di cuenta de que no se trataba de una simple ama de casa, sino de una auténtica emprendedora. Una de las nuestras, tal como le comenté a Esperanza Brito de Martí, quizás la feminista mas preclara de la época, quien me asesoró y me distinguió con su amistad. Lo que me convenció de que Doña María Esther era una de las nuestras fue saber que cuando los Echeverría adquirieron la propiedad de su casa, una propiedad bastante grande en San Jerónimo, la pagaron inicialmente con el sueldo del Licenciado Echeverría, ya que él ocupaba el puesto de oficial mayor en la Secretaría de Educación, pero Doña María Esther se encargó de seguir pagando la hipoteca con el dinero que producía la granja que ella creó y administró, así como su escuela de danza folklorica “Las Palomas”. Su ayuda económica fue importante, algo no muy usual en aquél tiempo. Para mí ello fue un signo de empatía y nos hicimos amigas.

Luego conocí a Ifigenia Martínez Hernández de quien se decía que no era “la mejor economista” de aquellos años, sino “el mejor economista” del país. Pero lo que a mí me llamaba más la atención de esta brillante economista, era que también apoyaba las ideas feministas. Recuerdo que la invitamos como ponente a un congreso feminista que organizamos en Oaxtepec y debo decir que su participación fue de las más aplaudidas y la más audaz.

Para concluir diré que en esta lucha que fue coronada con el éxito, tuvimos oponentes que admirábamos mucho, quienes al calor de las discusiones y una muy productiva deliberación nos ayudaron a afinar nuestros argumentos . Y tuvimos también aliados y aliadas muy importantes. Todos merecen mi reconocimiento. Espero que esta breve historia sirva de algún modo a las nuevas generaciones para que continúen nuestra lucha y se haga conciencia de que el trabajo de las mujeres, debe ser aprovechado para beneficio de la sociedad y no regresar a la costumbre equivocada que permitía desperdiciar el talento y la capacidad productiva de la mitad de la población.

 

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