Los animales “actores”: el maltrato se esconde tras la pantalla

¿Se puede hablar de “dotes artísticos” en animales?

No hace falta mucho esfuerzo para imaginar una película en la que alguno de los actores, principales o secundarios, sea un animal. Y esto suele parecer simpático. Muy normal. Sin embargo, a lo largo de años diversas asociaciones han denunciado que los animales utilizados para la industria televisiva y cinematográfica sufren múltiples maltratos, muchas veces, provocándoles la misma muerte.

Las historias que vemos frente a la pantalla pueden ser dulces, graciosas; pero lo que hay detrás no resulta así. De acuerdo con organizaciones como Personas por el Ético Trato de los Animales (PETA) y Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA), los ejemplares utilizados en cine y para shows televisivos pasan por una serie de maltratos que no sólo se dan en los sets de filmación, sino también durante su captura (algunas veces se trata de animales que son extraídos de la vida silvestre), su entrenamiento (con extracción de garras, golpes, choques eléctricos, etc.), durante la filmación y, por si fuera poco, también suelen tener vidas indignas después de ellas.

La pantalla grande

Existen diversos ejemplos en la historia del cine. De entre algunos “lejanos” podemos encontrar filmes como Andrei Rublev (1966), en el cual se le rompieron las piernas a un caballo para dotar a una escena de mayor dramatismo y una vaca fue quemada para otra. Otro ejemplo es Holocausto caníbal (1980), película en la que una tortuga, varios monos y otros animales fueron, literalmente, asesinados frente a las cámaras.
En las historias de maltrato animal en el cine, la industria norteamericana no está exenta: de acuerdo con un reportaje publicado en Hollywood Reporter, “la crueldad animal ha sido un hecho en las producciones desde el inicio de Hollywood”. Como ejemplo, explican que las películas de acción, aventura y del viejo oeste eran conocidos por tratar a los animales con “dureza” en sus intentos por lograr verosimilitud. “En 1939, un caballo fue obligado a saltar por un acantilado durante el rodaje de Jesse James”. El caballo saltó con dirección a su muerte.

A partir de éste y otros casos de maltrato, en la industria estadounidense una Organización no Gubernamental llamada American Humane Asociation (AHA), se encarga de monitorear que los animales utilizados en filmes no sean maltratados y otorgar o no la etiqueta “Ningún animal resultó herido en el rodaje de esta película”, misma que suele aparecer en los créditos finales de acuerdo con Hollywood Reporter.

El mismo medio señala que mientras la AHA presume que el 99.98 por ciento de las películas obtienen su sello de garantía, existen críticos internos que “insisten en que este número es una farsa, desconectada de la estadística real […] el número de lesiones o muertes es subestimado porque la organización no da cuenta de lo que ocurre mientras no están en el set”.
Así es como películas como La vida de Pi, en la que un tigre casi muere ahogado; El guardián del zoológico, producida por Adam Sandler y que resultó en la muerte de una jirafa que era encerrada en una jaula de seis metros cuadrados; o Piratas del Caribe, señalada por maltrato a los monos capuccinos usados en sus entregas y por provocar la muerte de algunos animales marinos durante efectos especiales, obtuvieron el sello que indica que “ningún animal fue herido”.
Otro ejemplo reciente es el de El Hobbit, un viaje inesperado (2012). Durante su rodaje, 27 animales, entre caballos, cabras, gallinas y ovejas murieron. De acuerdo con Cinemanía, del diario El País, Chris Langdridge, uno de los cuidadores de equinos, “afirma que las granjas en las que se custodiaba a los animales (algunas de ellas, situadas a algo menos de 300 kilómetros del lugar del rodaje) eran ‘trampas mortales’ para éstos, debido a sus malas condiciones. El mayor peligro, prosigue Langdridge, estaba en los numerosos sumideros, causados por corrientes subterráneas, donde los caballos se precipitaban.

“El cuidador afirma haber hecho todo lo posible para evitar los accidentes, tendiendo alambradas para que los caballos no entrasen en las zonas más peligrosas y rellenando los sumideros, pero terminó desistiendo tras varias muertes. En concreto, se mencionan los casos de ‘Rainbow’, un pony que se rompió la espalda y tuvo que ser sacrificado, y de otro animal llamado ‘Doofus’ que sufrió heridas muy graves en una pata al enredarse en alambre de espino. Otros caballos, según la misma fuente, murieron al ahogarse en arroyos, o al intoxicarse con alimentos en mal estado”, señala el diario español.
¿Y en la tele?

¿Se puede hablar de “dotes artísticos” en animales? Bien, pues en caso de que la respuesta sea no, se trataría entonces de hacerles “actuar” contra su voluntad. Así aseguran FAADA y ADnimalsfree en una de sus más recientes campañas, en la que procura que las personas se pongan “en la piel” de los animales que son explotados para la industria del espectáculo (particularmente de la televisión).

Ambas organizaciones explican que los animales salvajes que son utilizados en documentos audiovisuales suelen haber nacido en cautividad, pero en algunos casos, sobretodo en elefantes, éstos han sido capturados de su estado salvaje. “Muchos animales provienen de circos, zoológicos o colecciones particulares que se sacan un ‘sobresueldo’ alquilándolos […] En ocasiones estos animales suelen vivir en pésimas condiciones  […]  tanto ambientales como psicológicas [que] pueden causar traumas y problemas psicológicos tan graves que les marcan para el resto de sus vidas”.

A cerca del entrenamiento, las organizaciones señalan: “La base de cualquier entrenamiento de un animal salvaje […] es la de mantener a los animales en un estado constante de sumisión y miedo ante la dominancia de su entrenador. Los métodos para conseguir esto suelen implicar la violencia física acompañada de la verbal”.

Finalmente, a cerca del destino de los animales que fueron utilizados para estos fines, explican que “cuando ya no son rentables, su vida se vuelve, si cabe, más miserable. Muchos de ellos son recluidos en jaulas y utilizados para la reproducción, perpetuando el uso y maltrato animal, o vendidos a zoológicos u otros centros […]. Y en el mejor de los casos, han sido rescatados por asociaciones, fundaciones, santuarios y centros de rescate privados”..

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