Rocío Martínez Preciado
Es doce de agosto, mi cuerpo tiene nueve meses de estar formándose, estoy a punto de nacer; escucho ruidos, voces apresuradas, la voz fuerte de mi padre y la voz suave de mamá; dicen que estamos en un hospital. ¡Estoy emocionada! Soy mujer y aun no se qué nombre me pondrán, pero estoy feliz porque pronto conoceré a mi familia, sabré que es el mundo de fuera, imagino y estoy segura, será cálido, amoroso, como el vientre de mamá y que ahora es mi mundo. Escuchare sonidos de paz y confianza como el corazón latiendo de mamá, que le habla al mío diciéndole que todo está bien, como lo ha hecho durante este tiempo que me he formado en su vientre.
Mis manos acariciarán y mis pies correrán libres; mi voz, comunicará mis sentimientos que le dicta el corazón; mis ojos, recorrerán más allá del suelo subirán a lo alto del cielo y contemplarán las nubes.
¡Estoy lista para nacer, hoy es doce de agosto!
¡Por fin he nacido y han pasado muchos años de mi vida! Años atrás en que estuve en la calidez de mi madre, en ese silencio y amor de su vientre, ¡Gracias mamá, gracias papá y gracias a Dios por crearme!
De niña fui tranquila nací dentro de una familia formada de ocho hombres y tres mujeres, yo jugaba mucho con muñecas y trastes a la comidita, jugaba a la maestra sin saber que después sería realmente maestra de Kinder. Esa niña se convirtió en señorita, y a los trece años de edad perdió a su mamá, mas su corazón latía hablándole al suyo desde que se formó en su vientre. Ni la muerte ha impedido que ellos continúen y sigan hablándose uno al otro.
Me casé a los diecinueve años de edad, tuve cuatro hermoso hijos, dos hombres y dos mujeres, Cristian, Montserrat, Rocío y Alonso. Mi vida continúo, efectivamente mis manos descubrieron que acariciar a mis hijos era lo máximo; mis ojos, se iluminaron de alegría al ver su cambio y crecimiento en cada uno de ellos; mis pies, recorrieron juntos sus pasos, mi corazón, bailó y sigue bailando día a día, creciendo cada vez más por el amor a ellos.
Un doce de agosto, día en que yo nací, día en que mi madre me abrazó y besó con todo su amor, hoy doce de agosto es mi aniversario pero ya no es sólo mio. El doce de agosto pero diecinueve años atrás, me encontraba en la iglesia entregando a Dios al más pequeño de mis hijo, Alonso de ocho años, que había muerto de cáncer.
El doce de agosto es mi aniversario por nacimiento y de Alonso por su partida al cielo.
A veces cierro los ojos, y desearía escuchar a mamá dentro de esa calidad de su vientre y que me dijera como antes que “todo estará bien hija”, quisiera refugiarme ahí y no saber que mi vientre, que formó también y amó a mi hijo Alonso, lloraría de tanto dolor por su ausencia.
Mas existe un poder mayor llamado Dios, quien se ha encargado, no de volverme a refugiar en un vientre, se ha encargado de hacerme entender que cada uno de nosotros tenemos un propósito en la vida.
No llores por lo que perdiste, lucha por lo que te queda, no llores por lo que ha muerto, lucha por lo que ha nacido en ti, no llores por tu pasado, lucha por tu presente, no llores por tu sufrimiento, lucha por tu felicidad; ¡No te detengas!, sólo sigue adelante.
Ahora la calidez de ese vientre de mi madre, lo encuentro en la fuerza, valentía y amor de cada madre de la Asociación “Los Planes de Alonso, alegría para niños con cáncer”, que luchan por la salud de sus hijos.
Ahora el sonido lo encuentro en las risas de cada niño enfermo de cáncer que llevo a la playa y que habla asombrado, ilusionado, vacilando con su madre, descubriendo el mar y recogiendo conchitas y caracoles. Ahora la luz de los ojos la encuentro en esa chispa que emana de esos niños curándose de la enfermedad, y que corren a refugiarse en los brazos de su madre; me hacen saber y entender que no solo dentro de un vientre se arropa el sentido de la vida.
El doce de Agosto es mi cumpleaños, me llamo Rocío, así me llamaron mis padres, ya soy hija, madre y abuela, y también es aniversario de la partida al cielo de mi hijo menor, Alonso.
Dios ha sido mi padre, mi maestro, mi amigo, cuando yo le pedí ese doce de agosto, -señor si te vas a llevar a Alonso encárgate de mí”, el me respondió de una manera tal, que es como el azúcar disuelto en el agua, no la ves pero endulza tu alma.
Gracias señor mi Dios por haberme sostenido durante estos años, por darme la fortaleza de poder escuchar a madres con el mismo dolor que el mío y poder decirles que existes y que no están solas, que si tú confiaste en nosotras para hacernos madres de alguien tan especial, nosotros ahora debemos confiar en ti, que te los has llevado.
Gracias Dios por las sonrisas de mi hijo que iluminó mi vida, gracias por su enfermedad que me hizo saber que existes tú, gracias por entender que la vida de mi hijo tenía un propósito, la asociación “Los Planes de Alonso, alegría para niños con cáncer”, que esa alegría de él, la pusiste en cada pincel que ahora dibuja una sonrisa en cada niño enfermo.
Gracias mi Dios por confiar en mí y darme la vida, por enviarme a tantas personas especiales que desean abrir su corazón para dar amor al enfermo y a quien más lo necesita, gracias por esa luz que me das cuando siento que la noche desea apagarme.
Hoy tengo muchos sentimientos que inundan mi mente y corazón pero el espíritu santo me ilumina y aclara todo aun mis confusiones.
Te amo mi Dios, ¡Abrázame, es mi cumpleaños!
Gracias amigo lector por permitir compartirte lo que mi corazón me dicta y te invito, no una rebanada de mi pastel, sino a que tus ojos solo vean horizontes de cariño, y tu corazón ande por caminos de paz.
Dios por delante.
Rocío Martínez Preciado.
Presidenta
Los Planes de Alonso.
Cel. 4626058359
Correo: rociomartinezpreciado@hotmail.