Aunque quisieron disfrazar su presencia, haciéndose pasar por otro grupo criminal, ahora se sabe que el asesinato del inspector de la Policía Estatal José Antonio Archi Yama fue obra del llamado “Cártel de Cancún”, otrora temido grupo con base en Bonfil, liderado por “Doña Lety” quien se decía llamar a sí misma la “dueña de Cancún”.

La clave de su rápido éxito, pues se posicionaron en cuestión de pocos años, era en el apoyo institucional, al tener infiltrado hasta los altos mandos de la entonces Procuraduría General de Justicia de Estado y, en menor medida, a la Policía Estatal, durante el gobierno de Roberto Borge Angulo.

“Doña Lety”

La propia “Doña Lety”, de nombre Leticia Rodríguez Lara, solía ser una agente de la Policía Judicial, perteneciente a esta PGJE; muchos otros de sus operativos y casi la totalidad de su círculo cercano también provenían de esta corporación, donde todavía tenían nexos.

Sin ir más lejos, cuando se dio su eventual captura, Doña Lety fue detenida en compañía de Fernando Tapia, jefa de escoltas del exprocurador Gaspar García Torres. Llanamente: el hombre que en el gobierno de Borge tenía como tarea llevarla a la justicia, tenía a su mano derecha como jefe de escoltas.

Por cierto, al terminar su gestión y deber renunciar para que el gobernador Borge intentara imponer a un Fiscal por cinco años, García Torres fue premiado con una notaría pública, la que todavía mantiene en Chetumal.

La “franquicia” del Cártel del Pacífico

Durante el quinquenio pasado, este grupo, que inició como “franquicia” del Cártel del Pacífico, pudo en poco tiempo lograr algo que sus rivales no: independizarse, dejar de representar a grupos foráneos e incluso expulsar a estas “siglas” provenientes de otras latitudes.

Esto no se hizo por una corrupción y colusión “a espaldas” del gobierno de Roberto Borge, como podría pensarse si quisiéramos darles el beneficio de la duda. Luego de la salida del anterior fiscal, se evidenció cómo se apilaban en bodegas, pudriéndose, los expedientes de estas averiguaciones, de la misma manera cómo se solapaban los despojos de propiedades con juicios laborales ficticios o se “torcían” casos para favorecer al grupo económico detrás del poder. Tampoco eran ajenos a derramar sangre.

El silencio de Capeline

Cerca del final de la administración, se garantizó el silencio del jefe de la policía política (la Dirección de Gobernación), Isaías Capeline, con un artero asesinato con armas largas, efectuado con pleno conocimiento de su ruta ese día, en un operativo profesional. Desde luego, no hubo detenidos.

Ahora sabemos que, además, este grupo estaba en contacto con el chofer del gobernador Roberto Borge Angulo, el hoy difunto José Antonio Archi Yama, quien además tenía escriturados a su nombre seis terrenos, que en realidad pertenecían a su “jefe”, como miles de otros lotes desfalcados del patrimonio público o arrebatados en litigios torcidos.

La caída

Sin embargo, con el cambio de gobierno, se acabó la era de esplendor para el “Cártel de Cancún”, con una caída tan dramática como su surgimiento. Se comenzó a purgar a las corporaciones de elementos corruptos, a detener a sus sicarios, a limpiar los bares que eran sus centros de operaciones. El enemigo empezó a dar la retirada, pero con ello, el primer “coletazo”, con un violento ataque a la sede de la Fiscalía en Cancún, donde dos sicarios acabaron muertos, con armas de grueso calibre. La ofensiva no disminuyó, pues la impunidad los había vuelto descuidados, y al poco tiempo ya habían sido desmantelado.

La propia “Doña Lety” fue, como mencionamos antes, detenida en compañía del jefe de escoltas del ex procurador. Sus lugartenientes fueron cayendo uno a uno, al poco tiempo.Su enemigo acérrimo “El Sincler”, pudo regresar del exilio, aunque también acabó preso.

Archi Llama, una víctima más del borgismo

En cuanto a Archi Llama pasó de ser prestanombres a víctima de borgismo. Con base en Playa del Carmen, el agente de la Policía Estatal salió de trabajar de madrugada y se dirigió a su casa, en Cancún. Fue entonces cuando se le acercaron integrantes del prácticamente extinto “Cártel de Cancún”, viejos conocidos a quienes acompañó sin protestar. Fue una trampa, pues el elemento fue obligado, a punta de pistola, a grabar una “confesión” leída de un guion, culpando a otro grupo de lo que iba a suceder, y luego fue asesinado y decapitado.

Se trata del último “coletazo” del lado criminal del borgismo asesino, ahora procurando desestabilizar para que regresen los “tiempos buenos” en los que gozaban de amplia impunidad.