Playa del Carmen.- Muchas personas que han quedado sin trabajo por la contingencia sanitaria han ingresado como mototaxistas en el popular fraccionamiento Villas del Sol, a pesar que por esta misma crisis económica, además del aislamiento social, hay muchísimas menos personas en las calles.

Afuera del supermercado Chedraui, el principal de éste, el más grande fraccionamiento de Playa del Carmen, la fila de mototaxistas abarca cerca de ochenta metros, en dos carriles, además de los que están dentro del estacionamiento de esta plaza comercial, que únicamente tiene habilitada una entrada y donde la mayoría de los comercios están cerrados.

Desde la semana pasada, en este supermercado, como otros de la ciudad, tiene acceso restringido, con un conteo de las personas que ingresan, solo uno por familia, para no superar el 20% del aforo. Los empacadores, todos adultos mayores, fueron enviados a sus casas, aunque en las cajas se pide una cooperación, para su subsistencia. En estos tiempos de alto desempleo, no todos acceden a soltar su preciado cambio.

Igual crítico panorama viven los mototaxistas. Casi no hay gente en las calles, y quienes salen prefieren caminar y ahorrarse la tarifa.

Uno de los operadores, quien se identificó solo como Diego, señaló que están desde las ocho de la mañana en el sitio, pero hay tantos mototaxis que para que les toque el turno pueden pasar más de dos horas.

“Ayer me tocó uno hasta el quinto parque, que ya son 25 pesos, pero en la mañana esperé dos horas para una tirada aquí cerca, ¡apenas 15 pesos!”, lamentó.

Él es uno de los que ingresaron a este oficio ahora al hallarse sin trabajo. Muchos lo hacían en ratos libres o medio tiempo, pero ahora deben estar afuera todo el día para lograr algo de ingresos para sus familias.

Otro operador mencionó que salir a recorrer las calles ahora es solo perder gasolina, por lo que aunque la espera sea larga, hacer sitio es la única opción viable.

Otras familias también buscan alternativas para obtener recursos. En varias calles se ve un aumento en el ambulantaje, hombres, mujeres y hasta niños que ofrecen saborines, chicharrones, palomitas o alguna confección casera, aunque rápidamente constatan que la economía no está para antojitos.