Los consejos de salud que se viralizan en redes sociales, especialmente en TikTok, representan un riesgo real para la vida cuando provienen de influencers sin formación médica y sin controles adecuados.
Aunque pueden acercar información útil a públicos jóvenes, con frecuencia ocultan riesgos, exageran beneficios y promueven productos sin respaldo científico.
El alcance de los creadores de contenido en temas de salud es enorme: en Estados Unidos, más del 70% de los adultos jóvenes sigue a influencers que recomiendan productos vinculados al bienestar, y más del 40% ha comprado algo sugerido por ellos.
En Austria, el 83% de los jóvenes de 15 a 25 años vio contenido de salud creado por influencers y una proporción importante terminó adquiriendo suplementos, medicamentos o autopruebas médicas.
Riesgos de consejos sin evidencia
Investigaciones citadas en la revista The BMJ muestran que la mayoría de las publicaciones sobre pruebas médicas tienen un enfoque principalmente promocional y casi no mencionan riesgos.
En Alemania, dos tercios de las dosis de suplementos recomendadas por influencers superaban los límites nacionales de seguridad y una parte incluso excedía los máximos establecidos por la autoridad europea.
Los expertos señalan cuatro grandes fuentes de sesgo: falta de experiencia médica, presión de la industria, intereses comerciales propios y creencias personales.
Algunas celebridades han promovido pruebas de cuerpo completo o suplementos en dosis altas sin evidencia sólida, lo que expone a sus seguidores a sobrediagnósticos, tratamientos innecesarios y posibles efectos tóxicos.
La relación emocional que muchos usuarios establecen con los influencers, conocida como relación parasocial, hace que sus mensajes se perciban como cercanos y auténticos.
Esa confianza facilita que se acepten recomendaciones de tratamientos dudosos, como dosis elevadas de vitamina D o el uso de fármacos cuestionados durante la pandemia, sin consultar a profesionales.
Regulación y oportunidades
Pese al panorama preocupante, también existen creadores —incluidos profesionales de la salud y pacientes— que usan las redes para desmentir mitos y difundir información basada en evidencia.
Para potenciar estos beneficios y reducir daños, especialistas proponen combinar regulación de plataformas, códigos de conducta para influencers, mejor señalización de contenidos comerciales y programas de alfabetización digital y pensamiento crítico dirigidos a la población.
Además, los especialistas insisten en que el problema no se limita a contenidos aislados, sino a un ecosistema digital que premia la viralidad por encima de la calidad de la información.
Cuando una recomendación se vuelve tendencia, se replica en cadenas de videos, historias y retos, lo que multiplica su impacto y dificulta la corrección posterior, incluso cuando aparecen desmentidos de organismos de salud o sociedades científicas.
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En ese contexto, los mensajes breves, emocionales y con soluciones “rápidas” suelen imponerse sobre explicaciones más matizadas, reforzando la desinformación y dejando a los usuarios expuestos a tomar decisiones apresuradas sobre su cuerpo.
Frente a este escenario, los autores del trabajo subrayan la importancia de que las audiencias aprendan a identificar señales de alerta, como la ausencia de fuentes confiables, las promesas exageradas, las recomendaciones que sustituyen la consulta médica y la venta directa de productos o servicios asociados al consejo.
Recomiendan, además, fomentar una cultura en la que consultar a profesionales de la salud y contrastar la información con entidades reconocidas sea un paso habitual antes de adoptar cambios en tratamientos, suplementación o hábitos de vida sugeridos por influencers.
Con información de Infobae.
