Hoover II, de 36 años, ingresó al hospital Baptist Health Richmond tras una sobredosis de drogas. Los médicos lo declararon con muerte cerebral debido a la falta de reflejos y actividad cerebral, informando a su familia que sería desconectado de los aparatos de soporte vital. Al estar registrado como donador de órganos, el equipo médico comenzó los preparativos para evaluar la viabilidad de sus órganos.
Durante un cateterismo, su hermana, Donna Rhorer, notó movimientos inusuales en su cuerpo. Aunque el equipo médico aseguró que estos movimientos eran reflejos comunes en casos de muerte cerebral, Rhorer mantuvo sus dudas.
La situación dio un giro inesperado cuando Hoover mostró signos de movimiento y aparente conciencia en el quirófano. Natasha Miller, médica especializada en trasplantes, relató que Hoover comenzó a moverse y a llorar visiblemente, lo que generó confusión y llevó a la suspensión inmediata del procedimiento de donación de órganos.
Funcionarios de la organización Kentucky Organ Donor Affiliates (KODA) negaron que el caso ocurriera bajo las circunstancias descritas. El presidente del hospital aclaró que el personal de KODA nunca ha sido presionado para proceder con una donación sin certeza completa del estado del paciente.
Tras el incidente, Hoover quedó bajo la tutela de su hermana Donna, quien expresó su indignación por lo sucedido, sintiendo que hubo un error en la evaluación médica. Aunque su estado sigue siendo delicado, Hoover está en proceso de recuperación, luchando por mejorar su memoria, movilidad y capacidad para hablar. Su pronóstico sigue siendo reservado.
La muerte cerebral, también conocida como muerte encefálica, se determina mediante una serie de criterios clínicos y pruebas específicas.
El paciente debe estar en un coma profundo, sin respuesta a estímulos dolorosos, sin apertura de ojos, respuesta verbal ni movimientos de las extremidades.
Esto incluye la falta de reflejos como el tusígeno (tos), faríngeo (garganta), corneano (parpadeo al tocar la córnea) y fotomotor (respuesta de las pupilas a la luz). También se evalúan los reflejos oculocefálico y vestibuloocular.
Se desconecta al paciente del respirador artificial para observar si hay respiración espontánea. Durante esta prueba, se suministra oxígeno y se mide el nivel de dióxido de carbono en la sangre. La ausencia de respiración espontánea, junto con un aumento significativo del dióxido de carbono, confirma la falta de función respiratoria independiente.
Es esencial que la causa del coma sea conocida y demostrable, y que se hayan excluido factores como la hipotermia, la intoxicación por fármacos depresores del sistema nervioso central y la hipotensión.
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Estos criterios aseguran que el diagnóstico de muerte cerebral sea preciso y que no haya funciones cerebrales activas. Este diagnóstico es crucial, especialmente en el contexto de la donación de órganos.
Con información de El Imparcial