Natalia Carrillo tenía tan solo nueve años de edad cuando comenzó su pesadilla. Ella al igual que decenas de niñas, estudiaba en el ECAB, un conocido colegio de Cancún.
Al entrar a cuarto año de primaria en 1992 tuvo como maestro de Español a Enrique Velasco Garibay, según relató a Quinta Fuerza.
Cuenta que en automático se convirtió en su maestro favorito, pues se fue ganando su confianza y cariño. Ella pasaba por la separación de sus padres y momentos difíciles en su hogar, situación que detectó el profesor para acercarse cada vez más a ella.
A sus alumnas favoritas, según relata Natalia, las sentaba en sus piernas. El abuso fue escalando: comenzó acariciándole el cabello, después la espalda y el pecho. Así hasta violarla y penetrarla con los dedos en sus partes íntimas.
Natalia sabía que algo había cambiado, pero a su corta edad no podía procesar el abuso que le estaba ocurriendo. No entendía como su maestro favorito la estuviera violentando.
La pesadilla, la violación y el abuso se extendió por varios meses, hasta que se mudó con su mamá a Ciudad de México.
La víctima relata que la esposa de su violentador Camila Simhon (dueña y directora del Colegio ECAB Cancún), escuchaba sus problemas, por lo cual sabía que estaba en una situación vulnerable lo que la hacía de la víctima perfecta.
Y es que además, Camila era la mejor amiga de su mamá.
“Yo iba diario a la dirección a desahogarme con Camila, a contarle mi dolor, mi sensación de abandono, que más que una sensación, era una realidad que ella usó para alertar a Enrique de mis posibilidades para ser una nueva víctima suya”, contó Natalia.
“Recuerdo todas la sensaciones las recuerdo vívidamente, físicamente, es un don que he tenido siempre, memoria fotográfica emocional, desde el orgullo y la pequeña culpa con mis demás compañeros por ser una privilegiada, hasta la sensación de cuando por primera vez sentí su larga, huesuda y fría mano entrar por debajo de mi blusa, mientras estaba sentada en una de sus piernas y mi mejor amiga estaba sentada en la otra”, abundó.
“Si intento recordar qué más sentía en ese momento, algo dentro de mi empieza a bloquearse y a ponerse todo gris, empiezo a perder el orden de los días, la cantidad de veces qué pasó antes de que llegara el día en el que sentí por primera vez como su dedo entró a mi vagina. Recuerdo que me dolió, que me ardió y que no entendía como nadie se estaba dando cuenta”.
Tal vez eso sea lo más difícil de procesar, que en ese momento y después adultos SÍ SE DIERON CUENTA y nadie actúo. Las señales que mandaba una pequeña Natalia eran claras: cambio de humor, cierta rebeldía e incontinencia urinaria. Durante una obra de teatro en la que Enrique actuaba de su abuelo y la tocaba, su cuerpo reaccionó con una fiebre muy alta.
Aún así obligaron a la niña a actuar. Hoy es madre de tres niñas y enfrenta a una pareja poderosa económicamente en Cancún, con posibles alcances e influencias.
Pero la pequeña niña ahora es una mujer que no está dispuesta a seguir callando.
Tal vez no lo sabe, pero con su denuncia Natalia Carrillo Perea estaría salvando a más posibles víctimas si sus padres leen este testimonio. Más víctimas están levantando la voz y Quinta Fuerza presentará su historia en futuras entregas.

