Las medidas anunciadas por el presidente Donald Trump sobre la deportación de migrantes genera un ambiente de miedo y desconfianza en estados como California, Texas y Florida, donde la población hispana es predominante y el impacto es devastador.
“Tengo miedo. Siento la presencia de la policía en mi espalda, sobre todo cuando camino por las calles solitarias al salir del trabajo. Ahora, voy al supermercado con temor, por lo que mis salidas son esporádicas”, comentó Julio Ramos, de 42 años.
Durante los últimos dos años, Carlos Carpio ha hecho su vida en Chicago, ciudad que ahora ama. Trabaja en una fábrica, alquila un apartamento y tiene amigos. Va a la iglesia todos los domingos y forma parte de la comunidad.
Pero para Carpio y más de medio millón de migrantes con Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), esa estabilidad acabó cuando Donald Trump volvió a la Casa Blanca con la promesa de la mayor deportación masiva que Estados Unidos haya visto.
“Hay mucho miedo por lo que Trump ha estado diciendo, y ahora por lo que está haciendo”, dijo Carpio, de 50 años. “Desde el día en que se convirtió en presidente, vivo con miedo”.
Es el mismo caso del oaxaqueño Julio Ramos, originario de la comunidad de Tlacolula de Matamoros, quien emigró en 2023 y consiguió trabajo en un restaurante del barrio judío en Nueva York.
Roomies
Como ocurre entre millones de migrantes mexicanos, comparte el departamento con personas de otras entidades para solventar gastos.
“Ahora, mis roomies y yo evitamos cualquier contacto social porque muchos paisanos tienen orden de detención y están ubicados. También nos organizamos si alguno es deportado: tenemos palabras clave para avisar a la familia en México y evitar extorsiones”.
Julio comentó que en fecha reciente se comunicó al Consulado de México en Nueva York, donde lo orientaron y compartieron una aplicación que “tiene un botón de pánico en caso de que nos detenga la migra (la Border Patro)” y ahora hasta la DEA.
“Si nos deportan el Consulado nos identificará y supuestamente avisarán a nuestra familia, pero no sé si eso sirva”, dijo en entrevista al Colegio de la Frontera Norte (Colef) mientras regresa a su casa en New Brunswick, New Jersey, tras una larga jornada de trabajo.
En tanto, en Tlacolula, población a 40 minutos de Oaxaca capital, donde es tradición migrar a Estados Unidos, las remesas de Julio son una valiosa ayuda a la economía de su esposa e hijos; incluso, hay una mínima capacidad de ahorro para mejoras a la vivienda.
“Mi esposa me ha pedido que comience la mudanza a Oaxaca, que regrese dignamente, pues no sabemos en qué momento vaya a ocurrir una redada y el trato que pudiera recibir, y dónde vaya a parar, pero no sé, quiero aguantar hasta dónde sea posible”, confesó.
Deportaciones
Según el boletín estadístico “Los mexicanos en Estados Unidos”, del Colef, las deportaciones masivas de migrantes no autorizados que realiza Trump, afectaría a casi cinco millones de mexicanos, entre estos, a más de 300 mil oaxaqueños.
El documento indica que solamente en Texas, California e Illinois se concentra la mitad de esos mexicanos no autorizados, aunque en prácticamente todo Estados Unidos hay población en riesgo.
“El número de connacionales en situación no autorizada en ese país y en riesgo de ser deportados asciende a 4.9 millones por su incremento entre 2020 y 2024, según datos oficiales de la Oficina del Censo de Estados Unidos”, se lee en el documento del Colef.
Entre los primeros impactos sociales está la deportación de familias enteras cuya vida se ha desarrollado en Estados Unidos, “muchas ya sin parientes en México, y la separación en los hogares mixtos con principal afectación para los menores de edad”.
En relación a la entidad mexicana de procedencia, el documento refirió que seis de cada 10 mexicanos no autorizados proceden de Guerrero, Chiapas, Guanajuato, Oaxaca, Michoacán, Jalisco, Veracruz, Hidalgo, San Luis Potosí y Puebla.
Oaxaca tiene registrada una población inmigrante no autorizada de aproximadamente 339 mil 380 personas.
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Finalmente, siete de cada 10 mexicanos no autorizados en Estados Unidos tienen más de una década viviendo en la Unión Americana; toda su vida se ha hecho en aquel país y de esa manera han formado hogares estadunidenses.
Lo mismo ocurre con millones de venezolanos, nicaragüenses, cubanos y haitianos, cuya estabilidad se hizo añicos cuando Trump volvió como presidente, con la promesa electoral de implementar la mayor deportación masiva que Estados Unidos haya visto jamás.
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