Amén de que los guatos y hábitos personales son cosa de cada quien, es muy respetable y hasta loable que una persona se rehabilite, y más cuando decide ayudar a sus semejantes con problemas de adicciones, pero esto es así siempre y cuando sea una decisión sostenida, que no vuelva una y otra vez a las drogas y además no simule altruismo para tener jugosos beneficios personales.
Ahora bien: si un drogadicto no debe tener responsabilidades como la de ser policía, pertenecer a las fuerzas armadas o desempeñar puestos de gran responsabilidad, desde luego menos debiera hacerse cargo de un gobierno municipal. Laura Beristain Navarrete hace ocho años estuvo en una clínica rehabilitándose por su adicción a la cocaína, lo cual fue hasta de aplaudirse, pero recientemente ha padecido varias recaídas que la han hecho desaparecer de la escena pública por días, dejando los malos ratos que hace pasar a quienes le rodean como su pareja sentimental Karla Robles Miranda y sus hermanos Luz María y Juan Carlos, pero eso no pude sucederle a los miembros de un ayuntamiento y menos a los gobernantes de un municipio.
Todos sabemos que el narcotráfico es un problema creciente en Quintana Roo, y en Solidaridad, municipio que Laura pretende gobernar, el crecimiento del flagelo es exponencial. Si la candidata sigue consumiendo evidentemente tiene proveedores y nexos con los traficantes, quienes conocen sus secretos y sus aventuras con los enervantes y seguramente pudieran chantajearla para operar a sus anchas, sin que las autoridades municipales los importunen. Nadie menos indicado para combatir la violencia y la inseguridad que alguien que tiene tratos comerciales con los delincuentes.
En Cozumel ya experimentaron las graves consecuencias de ingobernabilidad por un presidente municipal que, ahora aparentemente rehabilitado del todo, en ese entonces era adicto a la cocaína, se ausentaba por días y dejaba paso a la ingobernabilidad. No era dueño de sus actos y ese es el riesgo que corre Solidaridad.
Pero no es todo con lo que se vincula a Laura Beristain por relación con el mundo de las drogas: en Mérida instaló una clínica de rehabilitación para drogadictos y quiere repetir la experiencia en Playa del Carmen, pero no precisamente para redimirse de sus conductas perniciosas ni por amor al prójimo: su institución en la capital yucateca se disfrazó de Organización No Gubernamental, lo que le significa ingresos de origen federal que no suelen ser fiscalizados ni auditados. No es nada raro que haya peleado por presidir la Comisión de Salud de la XV Legislatura. El negocio, claro, debe crecer.
Su hotel en Playa del Carmen era de cuatro pisos; ya tiene cinco, y adquirió el terreno de atrás para ampliarlo. Ya se construye un moderno gimnasio. Tanta prosperidad en tiempos de crisis no se puede explicar por su sueldo de diputada local.
Tal vez Andrés Manuel López Obrador no sepa estos detalles de la vida de la candidata de Morena a presidenta municipal de Solidaridad y por eso le alzó la mano el día 13 en Chetumal –o a lo mejor sí lo sabe, como las trapacerías de muchos personajes oscuros que a lo largo y ancho del país han ido a refugiarse en el Morena–, pero lo que si es cierto es que en Playa del Carmen es muy, pero muy bien conocida por sus dudosas costumbres. Quien sabe si el efecto AMLO logre remontar la casi nula aceptación que por sí misma tiene en el corazón de la Riviera Maya. Dependerá de la conciencia y el conocimiento ciudadano acerca de quién es realmente Laura Beristain.
