Luego del que el PRD perdiera su registro como partido político, los verdaderos fundadores de ese partido en Playa del Carmen reflexionaron sobre lo que implica esto, pues se trata de la representación de la izquierda que veía por las verdaderas minorías.
Reflexión sobre la desaparición del PRD en Playa del Carmen
La desaparición del Partido de la Revolución Democrática (PRD) marca un hito significativo en la historia política de México, especialmente en lugares donde sus ideales de izquierda y lucha social encontraron tierra fértil, como Playa del Carmen. Para muchos, el PRD no fue solo un partido político, sino un símbolo de resistencia, justicia social y representación de las minorías.
Un partido que nació de la lucha
Fundado en 1989, el PRD surgió como una respuesta a la necesidad de una verdadera oposición en el panorama político mexicano. Desde sus primeros días, atrajo a aquellos que buscaban cambios reales y un gobierno más equitativo.
Quinta Fuerza dialogó con los primeros perredistas que representaron a Solidaridad, y coincidieron: “obvio lo siento un partido que fue de lucha de verdad… Partido que inició la representación verdadera de las minorías”.
Sus testimonios, encapsulan lo que el PRD representaba para muchos de sus miembros y seguidores. Fue un partido que no solo abogaba por los derechos de las minorías, sino que también se enfrentaba a las injusticias con una firmeza que inspiraba a la acción. Fue un refugio para aquellos que no encontraban su voz en los partidos tradicionales.
La decadencia desde dentro
Sin embargo, como ocurre con muchas instituciones, el PRD empezó a mostrar grietas internas que eventualmente llevaron a su caída. En Quintana Roo, los problemas comenzaron cuando los dirigentes del partido empezaron a tomar decisiones desde un escritorio, ignorando el trabajo territorial y la voz de sus militantes.
“Duele porque desde que los dirigentes se agandallaron y decidieron desde un escritorio por encima de reconocer el trabajo territorial, se fue socavando el interés y la participación”, comentan.
Este alejamiento de las bases y la centralización del poder en manos de unos pocos líderes, como los conocidos “Chuchos”, erosionaron lentamente la estructura y la esencia del PRD. La lucha interna por el poder y la falta de un liderazgo comprometido con los principios fundacionales del partido llevaron a una pérdida de confianza entre sus miembros y seguidores.
A pesar de su triste desenlace, no se puede negar que el PRD dejó una marca indeleble en la política mexicana. Fue una oposición férrea que, en sus mejores años, funcionó como un contrapeso esencial en la democracia del país. La lucha del PRD por ser una voz para los desamparados y marginados es un legado que otros partidos harían bien en recordar.
Lq misma suerte podría correr Morena si no presta atención a las lecciones del PRD: “Lo mismo le pasó al PRI y al PAN y si Morena no pone las barbas a remojar, podría ser su destino”.
Para los verdaderos perredistas, aquellos que permanecieron leales hasta el final, la desaparición del PRD es una pérdida dolorosa pero también una llamada a la reflexión. La historia del PRD es un recordatorio de la importancia de la integridad, la representación y la lucha constante por la justicia social.