Durante varios días, Dehesa recorrió las comunidades de Tihosuco, X-Pichil, Sabán, Huay Max y X-Cabil, donde pudo convivir con guardianes de saberes ancestrales, compartir el alimento, y observar de cerca cómo se entrelazan la tierra, la cultura y la comunidad.
En cada localidad, Carlos Dehesa fue testigo de prácticas que, sin llamarse “sostenibles”, lo son en esencia: casas construidas con materiales naturales, huertos familiares, producción de miel de melipona, bordados, tallado en madera, cocina de temporada y turismo astronómico, todo tejido en armonía con el entorno.
“La forma en que estas comunidades se organizan y viven demuestra que no todo está perdido. Aquí se respeta la tierra, se respeta a las personas y se construye en colectivo. Eso es diseño regenerativo: una forma de crear futuro cuidando lo que nos da vida—el agua, la tierra, las relaciones—y dejando el lugar mejor de como lo encontramos”, señaló Dehesa.
La visita forma parte del proceso para definir la sede del primer prototipo de comunidad regenerativa de México, que será diseñado con visión de corto, mediano y largo plazo, y pensado para trascender los cambios de administración, uno de los mayores retos para la continuidad de los proyectos en el país.
Esta comunidad regenerativa unirá elementos como arquitectura bioclimática, energías limpias, agroecología y cultura viva, en un modelo de desarrollo que podría inspirar a otros municipios del país que hoy avanzan en sentido contrario.

La pregunta ya no es si podemos hacerlo. La pregunta es: ¿quién se atreverá a ser el primero en mostrar el camino?