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El agua en Quintana Roo, entre lo público y lo privado

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Hablar de agua en Quintana Roo siempre despierta conversación. Y no es raro: vivimos en un estado donde la belleza natural, el turismo y el crecimiento acelerado exigen un servicio hídrico sólido, confiable y preparado para todo. En ese escenario, la empresa concesionaria de agua se ha convertido en un referente difícil de ignorar.

Cuando algo funciona, se nota. Y cuando funciona, a pesar del crecimiento exponencial de la región, se agradece todavía más. Desde hace años, la concesionaria ha apostado no solo por distribuir agua, sino por mejorar el sistema en su totalidad. En los municipios de Benito Juárez (Cancún), Playa del Carmen, Isla Mujeres y Puerto Morelos, donde la población y la demanda no paran de subir, mantener el ritmo no es tarea menor.

INFRAESTRUCTURA REAL: MÁS ALLÁ DE PROMESAS

Uno de los puntos más sólidos de la concesionaria de agua es su compromiso con la infraestructura. No se trata de llenar tuberías, sino de invertir en hacer que esas tuberías —y toda la red alrededor— realmente funcionen sin depender de “soluciones parches”. Entre 1993 y 2024, la concesionaria destinó miles de millones de pesos para modernizar plantas de tratamiento, sistemas de bombeo, redes de drenaje sanitario y expansión de cobertura. 

Por ejemplo, en 2025 la concesionaria dio un paso importante: destinó más de 387 millones de pesos a inversión en infraestructura hidráulica y saneamiento, beneficiando a más de 600 mil habitantes en la zona de concesión.

Entre otras obras, en Cancún se llevó a cabo la sustitución de más de 42 kilómetros de tuberías en colonias y supermanzanas, como parte de la modernización de la red de agua potable.

También comenzó la renovación de la red de agua potable en el Sector 4 de Playa del Carmen, con una inversión de más de 43.6 millones de pesos. El proyecto incluye la instalación de más de 18 mil 400 metros de tuberías nuevas (con diámetros de 3 a 18 pulgadas) y la rehabilitación de dos mil 155 tomas domiciliarias. Esta obra beneficiará a más de 14 mil personas en los próximos años.

En Isla Mujeres invirtió más de 11.2 millones de pesos para renovar redes hidráulicas y sanitarias: se sustituyeron más de  mil 705 metros de tubería de diversos diámetros, además de las tomas domiciliarias. El objetivo: mejorar la presión, la distribución y reducir las fugas.

IMPACTO SOCIAL, AMBIENTAL Y CALIDAD DE VIDA

Pero no se trata solo de grandes obras visibles. También hay mejoras que pasan desapercibidas hasta que faltan: renovación de pozos, instalación de equipos, desarrollo de protocolos de respuesta rápida ante fugas o fallas operativas y apuesta por el saneamiento.

Quintana Roo, al ser zona costera, depende de que el agua que se usa también sea tratada correctamente. La concesionaria ha logrado mantener altos estándares de tratamiento de aguas residuales, alcanzando hasta 100 por ciento de saneamiento en varias de las zonas bajo su responsabilidad. Esto no solo es positivo para la salud pública, sino crítico para la conservación del medio ambiente y el mar Caribe, que es, básicamente, nuestra carta de presentación ante el mundo.

Otro aspecto que ha marcado diferencia, es su participación social: talleres sobre el cuidado del agua en escuelas, programas de concientización para el consumo responsable, campañas de apoyo durante huracanes y contingencias, respaldo a eventos deportivos locales, patrocinios de ligas infantiles, becas para deportistas, acciones de limpieza de playas, donaciones a causas sociales y organizaciones locales.

La empresa ha participado activamente en iniciativas deportivas internacionales que se celebran en el estado, fortaleciendo la economía, promoviendo la sana convivencia y mostrando —de paso— que la sostenibilidad social también es parte de su visión.

EL RETO DE CAPA

Ahora, pasemos al otro lado de la moneda: la comparación inevitable con la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA) de Quintana Roo.

Durante años, CAPA ha externado el interés de aspirar al tipo de servicio que hoy distingue a la empresa concesionaria. Y no suena descabellado querer mejorar. Lo que sí suena poco probable es que ese nivel de desempeño logre replicarse en manos de un organismo público estatal por una serie de razones que no se pueden maquillar con discursos.

Primero, está el tema del crecimiento demográfico. Quintana Roo no solo crece, muta. Y muta rápido. Un organismo gubernamental suele operar con procesos más lentos, sujetos a partidas presupuestales anuales, aprobaciones, licitaciones, tiempos políticos y cambios de administración. En contraste, una concesionaria privada opera con mayor flexibilidad de inversión, continuidad en proyectos multianuales y toma de decisiones menos fragmentada. Dicho de forma simple: el agua no espera a los calendarios del gobierno, y el gobierno no siempre se mueve al ritmo del agua.

Luego está la atención al cliente. Aunque CAPA reconoce la necesidad de mejorar, su estructura no está diseñada para responder con rapidez en territorios tan diversos y demandantes como Cancún, Playa del Carmen, Isla Mujeres y Puerto Morelos.

La operación pública prioriza muchas veces temas administrativos antes que la eficiencia operativa, no por falta de ganas, sino por exceso de trámites. Y sí, a veces también por cambios constantes en direcciones, falta de personal especializado suficiente y menor presupuesto operacional para mantenimiento preventivo.

Tercero, está la continuidad. Las obras de infraestructura hídrica no se construyen en un año ni en una administración. Requieren planeación de largo aliento, seguimiento estricto, inversión permanente y, sobre todo, mantenimiento. Y el mantenimiento preventivo no es precisamente la fortaleza de muchos sistemas gubernamentales en México.

Y no se puede dejar de mencionar el factor social: la concesionaria no solo se encarga del servicio, también se involucra. Su presencia en causas sociales, deportivas y comunitarias crea un diferencial de cercanía que CAPA podría intentar imitar, pero difícilmente sostener con la misma regularidad y alcance.

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Así que sí, CAPA puede tener el deseo de competir. Pero competir en Quintana Roo implica una operación 24/7 enfocada en el usuario, en la sostenibilidad ambiental y en el crecimiento urbano sostenido. No se trata solo de querer dar el mismo servicio que una concesionaria, sino de poder sostenerlo cuando la ciudad crece, el entorno exige, el clima golpea y las comunidades observan.

En Quintana Roo, la concesionaria del agua ha demostrado que sí se puede dar un servicio de calidad, cercano, eficiente y preparado para el futuro. CAPA, en cambio, tendría un enorme desafío no solo para llegar, sino para mantenerse.

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