La muerte del poeta, ensayista y editor Eduardo Hurtado Montalvo enluta a la comunidad literaria del país. Considerado una de las voces más significativas de la poesía contemporánea en el norte de México, él hizo de la memoria, la amistad y el paisaje el corazón de su escritura.
Tenía 75 años y residía en Baja California al momento de su fallecimiento, noticia que fue confirmada por la Secretaría de Cultura federal.
De acuerdo con la información oficial, Eduardo Hurtado, nacido en 1950, estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM, formación que marcó su obra por un pulso culto y refinado, atento tanto a la tradición como a las búsquedas formales de la poesía mexicana.
Su nombre se volvió una referencia indispensable para varias generaciones de escritores que encontraron en sus libros una forma de pensar la memoria como territorio y como experiencia compartida.
Entre sus obras más destacadas figura “Las diez mil cosas”, publicada en 2005, con la que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada, reconocimiento que consolidó su trayectoria a nivel nacional.
También dejó títulos fundamentales como “Ludibrios y nostalgias” (1984) y “Rastro del desmemoriado” (1989), en los que desarrolló una voz íntima y reflexiva que exploró el paso del tiempo, la pérdida y los vínculos afectivos.
Además de su trabajo como poeta, Eduardo Hurtado fue una figura influyente en el ámbito editorial, impulsando proyectos y autores que enriquecieron la vida cultural de Baja California y de México.
Críticos y colegas lo describen como un poeta de “pulso fino y vasta cultura”, capaz de tejer en sus textos referencias literarias, filosóficas y cotidianas sin perder cercanía con los lectores.
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Tras conocerse la noticia, diversas personalidades de la literatura, entre ellas Malva Flores, Hernán Bravo Varela, Natalia Toledo y Armando González Torres, expresaron sus condolencias y reconocieron públicamente la importancia de su obra y su generosidad humana.
Sus mensajes subrayan que, con la muerte de Eduardo Hurtado, la poesía mexicana pierde a una de sus voces más discretas pero también más sólidas, cuya influencia seguirá resonando en las páginas y en la memoria de quienes lo leyeron.
Más allá de los reconocimientos, la huella de Eduardo Hurtado se percibe en la manera en que su poesía articuló una ética de la memoria, atenta a los pequeños gestos y a las historias mínimas que conforman la vida de una comunidad.
En ese sentido, su legado no solo se preserva en sus libros, sino también en la red de afectos, lecturas y conversaciones que sostuvo durante décadas con poetas, lectores y estudiantes, para quienes su obra seguirá siendo un territorio vivo al que regresar.
Con información de El Universal.
