Un operativo del Ejército, Marina Armada de México, Guardia Nacional, el grupo Fuerza y Reacción Inmediata Pakal (FRIP) de la Policía Estatal terminó con el Cártel Chamula y su negocio más siniestro: el etnoporno o la explotación sexual de mujeres tzotziles.
La intervención se dio en forma simultánea en las colonias donde operan células de pandilleros tzotziles, que desde 2015 mantuvieron atemorizada a la población local y visitantes nacionales y extranjeros.
Durante la madrugada del lunes, cientos de elementos tomaron varias colonias donde hay narcomenudeo en tiendas de la localidad, así como en mercados, donde se adquiere todo tipo de estupefacientes, cigarros electrónicos, pipas y otros productos ilegales.
Como parte de las operaciones, la Policía Estatal realizó una revisión en negocios del mercado José Castillo Tielemans, en tanto que varios hombres sospechosos fueron interceptados en las inmediaciones del centro de abastos, que se ubica en el Centro Histórico.
Algunos tzotziles manifestaron su agrado por el operativo, pero se molestaron por la detención de algunos hombres, entre ellos, menores que fueron sometidos para un chequeo de rutina.
“Aquí no vendemos nada malo. Son buenos los operativos, pero a veces se pasan los policías”, dijo un comerciante al que le revisaron su negocio.
Los cateos se realizaron en la colonia Once Cuartos y en otros puntos, en talleres mecánicos donde se venden piezas usadas de automóviles de todas las marcas.
El etnoporno
El video de 18 minutos y 36 segundos “Rica indita bachillerato”, es parte de la antología “Las mejores chamulitas 2024”, que se vende en una memoria USB a 150 pesos en los alrededores del mercado Merposur de San Cristóbal de las Casas, a 15 minutos en vehículo del San Juan Chamula, en las zonas altas de Chiapas.
La venta de esos videos no está a la vista, pero tampoco oculta. Sólo hay que preguntar a los vendedores de películas piratas para toparse con decenas de volúmenes de “etnoporno”, nombre que la academia da a esa pornografía, explotación sexual de mujeres indígenas.
En ocasiones promocionan con títulos denigrantes, en otras veces la atracción son fotos de adultas jóvenes o menores; hay quienes dicen que son grabaciones voluntarias y quienes prometen que son forzadas, lo único igual es que son mujeres, pobres e indígenas.
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Los compradores son hombres que no sólo se excitan con el dolor ajeno, sino con la vulnerabilidad de mujeres y adolescentes. Les da placer que hayan llegado a esos cuartos y colchones sucios por necesidad, así que pagan gustosos por ser testigos del castigo.
Todos son clientes ─lo sepan o no─ de una violenta organización criminal que monopoliza y monetiza con la venta del etnoporno en el Sureste mexicano: el Cártel Chamula, que es el primer y único indígena en México.
