Salvador Rangel Mendoza, obispo emérito de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, habría sido drogado con sustancias como cocaína y benzodiazepina por sus presuntos secuestradores, quienes lo mantuvieron cautivo durante 36 horas, mientras ordeñaban sus tarjetas bancarias.
Eso es lo que determinó un reporte médico derivado de diversos exámenes que le practicaron en su estancia de menos de 24 horas en el Hospital General de Cuernavaca, Morelos, donde el prelado fue víctima de un presunto secuestro exprés.
Estos estimulantes y relajantes mantuvieron al obispo aturdido a lo largo de su secuestro, e incluso cuando fue abandonado a su suerte, para luego ingresar al hospital público, cerca de las 10:00 pm del domingo 28 de abril.
De acuerdo con los reportes, el prelado habría dejado su casa en el Fraccionamiento Las Fincas de Jiutepec, Morelos, durante la mañana del sábado anterior.
De acuerdo con testigos, conocidos y su abogado, el obispo habría salido de su casa con la idea de regresar muy pronto, puesto que dejó su teléfono celular cargando. Sin embargo, no volvió.
En algún momento que aún no se precisa, el prelado fue secuestrado y se empezaron a hacer comprar con sus tarjetas bancarias y retiros de cajeros automáticos, los cuales fueron reportados por mensaje de texto al teléfono celular. Fue así como su chofer y otros colaboradores se dieron cuenta de que algo estaba mal.
Según la denuncia, al teléfono del obispo Rangel Mendoza llegaron notificaciones de varios retiros bancarios a lo largo del sábado y uno la noche del domingo. Nadie lo sabía para ese momento, pero el obispo ingresó a las 22:00 horas en calidad de desconocido al Hospital Parres. Por ello fue que la denuncia de su desaparición se hizo hasta el lunes a las 10:00 am.
Tras darse a conocer públicamente la desaparición, el personal del hospital lo identificó y alertó a las autoridades. Según relatan, el obispo seguía aturdido y confundido, por lo que nunca dijo quién era.
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Además, debido a que desde hace tiempo usa un marcapasos, Rangel Mendoza debe tomar varios medicamentos, los cuales no consumió el tiempo que estuvo secuestrado y en el hospital.
Por el momento, el obispo sigue en desintoxicación, por lo que aún no existe una declaración oficial al respecto. Cabe resaltar que desde hace tres años, el sacerdote de 78 años se retiró y vive en su casa, presuntamente prestada de Jiutepec, Morelos. Pese a ello acude de manera regular a Guerrero, donde recientemente pidió una tregua con los grupos criminales.
Otras versiones indican que además se le encontraron dos pastillas de sildenafil, usadas para la disfunsión eréctil. Además, habría estado hospedado en un hotel. Sin embargo, todo será aclarado hasta que declare formalmente ante las autoridades. Además, el hotel no se encuentra cercca de la que sería su vivienda. Al momento es contradictoria la información sobre el caso.
Con información de Proceso.
