Cuando la inteligencia artificial (IA) comenzó a trabajar, dejó perplejos a sus creadores. “Ejecutó los comandos más parecidos a brujería, como magia negra”, recordó Walden Yan, de 21 años y cofundador del conjunto de capacidades cognoscitivas e intelectuales.
Al principio, parecía que no lograría los resultados que se esperaba, pero, de repente, una luz en la terminal del servidor, que había estado en rojo durante horas, se volvió verde y un servidor de datos finalmente estaba en funcionamiento.
En Pekín, la IA se ha vuelto relativamente “objetiva” en cuanto a los empleos que afecta con su desarrollo: no sólo tiene consecuencias en traductores, contadores, burócratas e incluso en creativos.
Recientemente se registró una suerte de “parricidio”, pues su avance está modificando y reduciendo la demanda de programadores en el mercado laboral.
“Actualmente necesitamos ingenieros de inteligencia artificial para construir sistemas más potentes, pero si la IA es lo suficientemente poderosa, demandaremos menos programadores”, reconoció Liam Lee, presidente de Qingbo, empresa que desarrolla y comercializa tecnología para medios de comunicación y otros sectores creativos.
Esa especie de “parricidio” a manos de la IA ya tiene efectos. “Muchos ingenieros en China pierden sus trabajos porque la IA es lo suficientemente potente como para construirla”.
“Sin embargo, eso no elimina del todo la demanda de programadores, que se requieren cada vez más capacitados para construir tecnología más poderosa”, explicó el directivo.
La modificación en la demanda de fuerza laboral de programadores se refleja en los costos de la IA.
Tan sólo en Qingbo, compañía que desarrolla avatares hiperrealistas basados en presentadores de televisión, el costo de uno de sus principales productos ha caído 99.5 por ciento en tres años y prácticamente se ha vuelto asequible para cualquier compañía.
En periodismo
Frente a pantallas con avatares hiperrealistas de presentadores ─en concreto de CCTV, la televisión china─, Lee detalló que se necesitan apenas 10 segundos de un registro de voz y cinco minutos de video para recrear la versión digital de un reportero o lector de noticias.
Es decir, una persona puede ser replicada por un software que no sólo capta aspectos físicos (como altura, complexión, tono de cabello, piel y ojos), sino también los gestos, la voz y la entonación.
En China varias plataformas usan esos avatares basados en personas reales para dar noticias o vender productos con sólo introducir un texto.
Hace tres años, recordó el directivo, se necesitaban cuatro horas de video para que la IA pudiera replicar gestos y voz de un presentador humano, ahora son sólo cinco minutos y 10 segundos de voz.
Con ello también ha caído el costo de adquirir esa tecnología, al pasar de un millón de yuanes (dos millones 771 mil 657 pesos) a cinco mil yuanes (menos de 14 mil pesos) en el mismo lapso.
“No necesitamos tantos ingenieros (…) esa tecnología evoluciona realmente rápido”, resumió Lee, quien lidera un equipo que viene de la Escuela de Periodismo y Comunicación y de la Escuela de Inteligencia Artificial de la Universidad de Tsinghua.
Al igual que otras profesiones que trabajan con un lenguaje, los ingenieros enfrentan a herramientas que facilitan su trabajo, pero que al mismo tiempo afectan las plazas laborales por la IA, que asiste a GitHub Copilot, Tabnine, Codeium e incluso el famoso ChatGPT.
Como en cualquier profesión que usa lenguajes, el debate sobre qué tanto podrá remplazar la IA los trabajos de programadores es abierto. Además, Lee aceptó que entre los pendientes está la tecnología que pueda reconocer a los avatares hiperhumanos de un humano real.
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Hasta ahora se pueden generar videos e imágenes usando la figura de una persona, hacer que su rostro aparezca diciendo cualquier cosa que se indique mediante un software, pero es difícil el desarrollo para advertir que un video es falso, reconoció el directivo de Qingbo.
“Realmente hay mucho miedo ahí afuera”, afirmó. “La gente tiene muchas preguntas sobre lo que pasará con este nuevo paradigma”, sostuvo el empresario.
