El campanario en medio del Lago di Resia es todo lo que queda de Curon, un pueblo de montaña, plantado en el valle de Val Venosta, de la región Trentino-Alto Adigio/Tirol del Sur, en Italia es utilizado en una popular serie de Netflix.
Desde la década de los cuarenta, las autoridades decidieron construir una presa para darle impulso a la industria hidroeléctrica haciendo de tres lagos uno solo, por lo que sus habitantes tuvieron que ser evacuados para sumergir el pueblo. El sacrificio prácticamente no sirvió de nada, porque poco tiempo después, el proyecto fue abandonado por buscar otras tecnologías.
Curon sí existe en la vida real
No es un escenario ficticio de la nueva serie de suspenso de Netflix (la que muchos críticos tachan como una copia mal lograda de Dark porque, entre otras cosas, también tiene su propia cueva).
Curon, es el mismo lugar donde el escritor italiano, Marco Balzano, sitúa su novela Me quedo aquí, en la que revela que Hitler llegó a convertirse en una especie de superhéroe entre los lugareños al rescatarlos del fascismo de Benito Mussolini, el cual se ensañó con ellos al prohibirles vestirse como quisieran y hablar su lengua: el alemán, pues la región hace frontera con el país germano.
Al rededor de una veintena de familias se negaron a marcharse y se asentaron en la orilla de aquel lago artificial. Construyeron sus casas y otro templo. Ahora, Curon recibe turistas tanto en verano como en invierno.
El diario británico The Telegraph lo califica como uno de los pueblos fantasmas más bonitos de Italia, en medio de montañas alpinas.
A la torre del templo sumergido bajo las aguas de color esmeralda, es uno de los atractivos de Curon y es conocido como Il Campinale Sommerso. En verano, sobre todo, se organizan actividades acuáticas —de donde emerge la maldad en la serie de Netflix—, como kitesurf y vela. También es posible nadar, aunque no es para todo el mundo (sobre todo si uno está acostumbrado al mar cálido del Caribe o del Pacífico mexicano) por su temperatura baja.
En tierra, puedes unirte a los paseos en bici que se realizan, o a los picnics y caminatas, y, en invierno, puedes recorrer el lago congelado y esquiar en las montañas.
Incluso antes de llegar al pequeño pueblo, los visitantes encontrarán un par de fábricas, una de chocolate y otra de queso, a pie de carretera, donde podrán adquirir productos de gran calidad. Y en los alrededores hay pocos barecitos, hoteles pequeños y atracciones históricas qué visitar.
Con información de El Universal